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Compromiso Asturias XXI

Mujeres entre libros

Unas reflexiones sobre la igualdad en el sector literario y, por extensión, en el artístico

El pasado martes 8, Día de la Mujer, la Librería Cervantes de Oviedo organizó una charla, "Mujeres y Literatura", en la que tuve el honor de participar. En este tipo de saraos suelo sentirme extraña, ya que yo suelo afrontar mi nimia escritura de una forma un poco tangencial y naif. Aun así, permítanme compartir con ustedes unas reflexiones que allí se expusieron sobre la igualdad en el sector, el literario, y, por extensión, en el artístico.

La primera tiene que ver con el reconocimiento. Para ello, expongamos primero las cifras de lo que sucede por ejemplo con varios prestigiosos premios. Así en los Nobel de Literatura, desde su primera edición en 1901, sólo en 14 ocasiones han sido galardonas mujeres; en los Premios Cervantes, 4 sobre 40; el Premio Nacional de las Letras: 3 sobre 30. Y en la Real Academia de la Lengua Castellana se han sentado en su alfabeto 10 mujeres en sus 300 años de existencia. Pero vengamos más cerca, al "Princesa de Asturias" de las Letras: en sus 34 años de existencia, sólo en 5 ocasiones ha sido entregado a mujeres. Si tomamos la circunstancia adicional de que en España cada vez existen más amplias mayorías de mujeres filólogas, redactoras, editoras, correctoras, bibliotecarias y lectoras, aparentemente pudiera haber una cierta descompensación entre esos índices de reconocimiento, nunca superiores a un 15%, con la realidad de las mujeres en el mundo literario.

Quizás ustedes se sientan cansados de una reiterada cantinela sobre la paridad. Y a pesar de que "un dato es un dato", afrentémonos a la premisa de que la literatura no es cuestión de número, sino de calidad, talento y dedicación. Eso nos llevaría a una segunda reflexión: ¿Hasta qué punto la Historia de la Literatura, como la Historia de la Humanidad, es una historia escrita por los hombres y para los hombres y una historia en la que las mujeres fueron borradas y omitidas?

Ángeles Caso, en su libro "Las olvidadas", habla por ejemplo sobre los primeros textos de autoría femenina en lengua castellana. Ya en el año 381 se guardan los escritos de la monja Egeria, pero tendrían que pasar unos mil años hasta que se tiene constancia de obras como las "Memorias" de Leonor López Carrillo. Sostiene Caso la teoría de que "tal vez algunas monjas escribieran en los conventos; igual que copiaban textos, puede que existieran trovadoras o juglaresas como en otras zonas de Europa, o puede incluso que algunas mujeres del pueblo crearan cantos y poemas. Y es que el hecho de que no conozcamos ningún texto escrito por ellas no quiere decir, necesariamente, que no existieran".

Tal vez en el medievo muchas mujeres hubieran podido tomar la opción de una vocación religiosa como una forma de cultivarse en el estudio y en la meditación y, así, huir de una imposición masculina sometida al matrimonio y a los hijos. Santa Teresa de Jesús ejemplificaría esa teoría. Y es que en los escritos de Teresa de Ávila, además de su religiosidad, se manifiesta ya una reivindicación solapada del papel femenino en un mundo de hombres: "Vos (Dios) sois justo juez, y no como los jueces del mundo, que como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa".

Pero triste es que a pesar de gloriosas excepciones son pocas las mujeres que han traspasado el tiempo y han llegado a nuestros días como grandes autoras, tanto en lengua castellana, como en otras lenguas. La historia de muchas creadoras es la historia de unas artistas que fueron condenadas casi siempre al ostracismo o como máximo a perdurar bajo papeles secundarios e irrelevantes.

Encarecidamente les recomiendo un libro recién publicado: "Las Sinsombrero". Un libro sobre las artistas de la generación de 27, mujeres que participaron intelectualmente e incluso políticamente en el cambio de España y que desgraciadamente fueron enterradas de la Historia por dos razones: la primera por ser en su mayoría republicanas. Y la segunda, porque tras la guerra y el exilio y, en ocasiones, tras la vuelta a un país que ya nada tenía que ver con aquel que ellas empujaron a avanzar, apenas se les reconoció su gran aportación cultural. Mucho se ha comentado sobre el motor que la famosa Residencia de Estudiantes tuvo en la historia artística del siglo XX, pero apenas nada conocemos sobre el madrileño Lyceum Club Femenino. Un club que fue copia de otras asociaciones culturales que proliferaron por Europa, nido de sufragistas y un activador del Arte hecho por mujeres. Esas rompedoras se codeaban y trataban de tú a tú a los miembros masculinos de su generación pero hoy aparecen aún en las fotos sin ser nombradas a sus pies y, lo que es más triste de todo, sin que ellos, sus colegas, las hubieran recordado en sus memorias. Aquellos avanzados literatos que fueron sus amigos y sus compañeros las traicionaron doblemente al, simplemente, omitirlas.

Otro caso singular fue también el de la Revista de Mujeres Libres. Sus editoras y columnistas han sido reducidas a pequeñas menciones como "un grupo de feministas románticas". La mayoría de las "mujeres libres" eran activistas sociales y políticas y también escritoras. Interesante es el caso de la doctora Amparo Poch, a la que debemos la divulgación de los primeros consejos de ginecología y de higiene femenina: algo por entonces radicalmente transgresor. En las libertarias se dio la triple circunstancia de ser mujeres, de ser republicanas y de ser cenetistas, con lo que recuperar sus nombres y su obra es aún una deuda pendiente incluso para la izquierda.

Mi última reflexión va enlazada con la primera, con ese reconocimiento del que antes hablaba y con la percepción de la genialidad y la valoración del arte. Así Virginia Wolf en una "Habitación propia" diserta sobre las mujeres, la literatura y la necesidad de un lugar y de una independencia económica, pero además platea hasta qué punto la maestría es o no un reflejo directo o una distorsión de la realidad en que vivimos. Si el mundo de la literatura está gobernado por hombres que imponen su punto de vista, tal vez sean ellos y su parecer los que incitan a lo que debiera ser valorado como perdurable o como efímero. Y es que los poderes fácticos en estos sectores, como en otros ámbitos de la vida, aún son de hegemonía masculina.

No quisiera concluir sin reivindicar el valor de la cultura, independientemente del género en la autoría. Una cultura que de forma involutiva se convierte cada vez más en una utopía; sin embargo, es más imprescindible que nunca. Reivindiquemos la cultura y su mayor visibilidad en los medios y por extensión reivindiquemos también esa semiclandestina cultura histórica hecha por mujeres. Pongamos en valor las alas que nos dan los libros, esos objetos cada vez más extraños, pero esos objetos que nos permiten desplegar la libertad de pensamiento como una atalaya desde donde mirar al mundo desde múltiples perspectivas.

Safo de Lesbos a. de C. ya decía: "Os aseguro que alguien se acordará de nosotras en el futuro". Pero a lo mejor no, a lo mejor nadie se acordará de nosotras ni siquiera dentro de una generación. Somos mujeres, chicas. Un hecho es un hecho.

En cualquier caso hoy, desde aquí, quiero dar las gracias a dos luchadoras, a dos extraordinarias libreras, a Susana Tejedor y a Concha Quirós, por su contribución a la cultura asturiana. Por eso, y por el pin del martes. Ese que dice: "A las chicas listas les gusta leer". Me abrumaron. Ya no soy chica, ni tampoco lista, pero confieso que aún me gustan los libros, por lo menos algunos de ellos, compañeras.

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