En su flamante libro sobre la huellas de Sefarad en la comarca, Román Antonio Álvarez deja constancia del cultivo de la viña en Avilés en el siglo XIII y otras muchas cosas que, por lo general, se desconocen. Al exconcejal de Cultura del Ayuntamiento avilesino hay que agradecerle, una vez más, la tenacidad por guiarnos a través de la historia local y algunos de sus enigmas.

El cultivo de las viñas se hacía tanto de forma directa por los propietarios, cuenta Román Antonio Álvarez, como mediante el arriendo de las tierras. Familias como la de las Alas, o clérigos como el Obispo de Oviedo eran titulares de propiedades dedicadas al viñedo en Ribero y también en Sabugo. El clero siempre jugó un papel importante en la vid, no sólo en España. No está del todo claro que Dom Pierre Pérignon fuese el descubridor del método champenoise, pero sí que éste se empezó a practicar en la abadía francesa de Hautvilliers. Aunque Avilés, como es evidente, no ha alcanzado la notoriedad de la Champagne, de hecho el vino sólo ha servido en los últimos tiempos para bautizar la ruta que popularizó el barrio de Sabugo en la década de los setenta del pasado siglo y para alegrarle en muchos momentos las vidas a los avilesinos.

La ciudad tardará en volver a tener un concejal tan inquieto por la cultura y emprendedor en lo que concierne a ella como Román Antonio Álvarez, una persona ilustrada, cercana y afable. Su curiosidad es inagotable y procura estar al tanto de todo cuanto sucede a su alrededor, sobremanera cuando las cosas afectan al pasado y al presente de su Avilés del alma. De momento sólo he hojeado "Las huellas de Sefarad", el libro que ahora tengo en las manos y que acaba de publicar Nieva Ediciones, un documento valioso, estoy seguro, sobre la presencia judía en la comarca. Prometo prestarle la mayor atención.