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Clave de sol

Otra vez la obsesión anticatólica

Sería muy interesante una tesis doctoral que investigara sobre la naturaleza, las causas y las consecuencias de la fobia anticatólica que tanto suele alterar históricamente el ánimo de cierta izquierda mayoritaria en España. Sin olvidar el porqué de su vigencia en nuestros días cuando parece retomar la virulencia de un pasado relativamente remoto en el que los supuestos sociales y políticos eran muy diferentes a los de nuestros días. De otro mundo, como quien dice.

Y sorprende aún más que esas izquierdas de hoy mismo vuelvan a caer en la antigualla de un anticlericalismo trasnochado con mezquindades antológicas que desprecian la libertad de conciencia -la democracia en suma-, contribuyen a envenenar la convivencia y boicotean tradiciones muy positivas para el bien común. El código ético cristiano no propone precisamente violentar la democracia ni mucho menos perjudicar al prójimo.

Mi hipótesis provisional es que esa parte de la izquierda -no toda por supuesto-, que retoma en nuestros días desde el poder la antigua agresividad contra la Iglesia, parece creer que necesita enemigos fáciles a modo de catarsis testimonial. En términos vulgares, dar caña al chivo expiatorio de toda la vida, ¿para qué buscar otro? Comprobamos con la actualidad de cada día, y aquí mismo sin ir más allá, esa hosquedad retomada por los inesperados políticos que han invadido en tromba organismos, gobiernillos, ayuntamientos y rampas de posible acceso al poder.

Todo ello, declarándose ajenos y también beligerantes contra las tradiciones más populares y arraigadas que tengan algún matiz cristiano, como si se tratara de movimientos antisociales que es preciso en principio reprimir o mejor exterminar. Sin reparar, por ejemplo, en que quienes se ven en necesidad no acuden precisamente a las puertas del partido, ni mucho menos del sindicato, sino a las de la Iglesia.

Pero no cabe duda a la vez de que la derecha española, que en principio cataliza el PP, es timorata sobre principios y valores que gran parte de la población entiende como irrenunciables. Basten dos ejemplos flagrantes: la llamada ley de la memoria histórica, que conserva su revisión a ultranza de los callejeros urbanos (con algunas propuestas propias de aquella divertida Cárcel de Papel en el semanario "La Codorniz") y el mantenimiento de la abortista ley de "interrupción" (de mano, un eufemístico error gramatical) voluntaria del embarazo.

Asunto tan del día con el encuentro europeo de París "One of us" (Uno de nosotros) a favor de la vida, tan esperanzador como escasa noticia. Eso sin hablar de la falta de empeño en haber atajado a tiempo el problema del separatismo catalán sin otra medida que una reacción simplemente quejumbrosa. Podríamos seguir.

Me pregunto, pues, si la vía dolorosa de los populares no habrá contribuido al avance de sus oponentes y a la súbita emergencia de una serie de jóvenes intrépidos, además de ambiciosos, de muy escaso contenido político y atascados de soberbia y de prejuicios.

En el pecado, la penitencia. Y pagada también por los demás.

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