Con más de 90.000 asturianos en el paro, las empresas del metal, que suponen la mitad del sector industrial, no encuentran en la región personal cualificado para satisfacer su demanda. En la próxima década, 18.000 trabajadores, el 25% de las plantillas actuales, accederán a su jubilación sin que el sistema educativo produzca los profesionales necesarios para garantizar el relevo. Nos enfrentamos a un fenómeno inédito, que amenaza con pillar otra vez desprevenida a esta comunidad autónoma contemplativa. No será por falta de advertencias.

El principal impulso a la creación de empleo, en una sociedad cada vez más robotizada y envejecida, no va a llegar por la vía del dinamismo, sino por la del reemplazo generacional. El 90% de los nuevos ocupados en la Unión Europea en los años venideros, según un reciente estudio, accederá a su puesto de trabajo sustituyendo a personas que culminan su trayectoria laboral. Para ganarse la vida, una buena preparación técnica es, en un alto porcentaje de los casos, garantía de éxito. Más de la mitad de los titulados en Formación Profesional en Asturias halla empleo al poco de acabar su preparación. Estudiantes con la carrera o el Bachiller tienen un número de probabilidades de colocarse menor.

El sistema educativo no está enfocado para hacer de la Formación Profesional un camino atractivo. Las reformas emprendidas para cambiarla no ofrecen los frutos apetecidos porque se abordan con desidia y sin convicción. Ésa es la única explicación posible al fracaso del rescate experimental de los aprendices en Asturias, una figura tan relevante en un pasado reciente que permitió consolidar mano de obra de elevada cualificación apreciada en cualquier parte. El programa de aprendizaje con prácticas remuneradas en las empresas lo iniciaron sólo 49 jóvenes. De ellos, 18 han renunciado al segundo curso por desinterés, o han sido expulsados por su actitud negativa en los talleres. En el País Vasco, un modelo, el sistema alcanza los 750 inscritos y va a más.

Después de años y años mareando la perdiz, la llamada Formación Profesional dual no está concebida en Asturias como un instrumento para instruir a los futuros oficiales que necesitan las fábricas, sino como un mecanismo de integración de los jóvenes desarraigados, objetivo loable pero que no era el que se buscaba en este caso. Las condiciones para acceder al plan cierran la puerta a los mejores alumnos o a los de fuerte vocación. Únicamente la condición de "ni-ni" (una persona que ni estudia ni trabaja) posibilita el acceso a una plaza. Guillermo Ulacia, presidente de la Federación de Empresarios del Metal, denunciaba amargamente en una entrevista en este periódico el desinterés por el trabajo bien hecho, el aprendizaje y la adquisición de competencias de las hornadas de operarios hoy en configuración. Estos valores "no se enseñan, se viven", aseveraba.

Para relanzar la formación profesional es preciso derribar muchos muros. Primero, los mentales y culturales. Aunque cada padre aspira a lo mejor para sus hijos, no todos tienen que ser ingenieros, médicos o arquitectos para brillar. Un profesional excelente en su materia requiere idéntica consideración social, y es tan imprescindible, como un doctor con un máster. Los jóvenes siguen prefiriendo un puesto en la Administración pública, no en la empresa privada, y ambicionan desempeñarse como oficinistas o administrativos antes que como soldadores o caldereros, a pesar de que estas profesiones puedan reportarles salarios muy superiores. Aunque cada vez hay más que, obligados por las circunstancias, toman nuevos caminos.

Necesitamos emplear los recursos con criterios rentables. Invertir en educación por invertir, de manera desordenada, sin tener claras las prioridades ni las necesidades del mercado, también constituye una forma de despilfarro. No en cemento, sí en conocimiento, algo igual de grave. Un sistema de enseñanza caduco, politizado y centrando en lo memorístico produce licenciados superiores por miles para luego condenarlos a trabajar, en el mejor de los casos, en puestos que requieren una capacitación inferior a su rango. Un problema de sobreformación dañino para los propios graduados, el modelo educativo y la sociedad porque esa abundancia resta valor a las titulaciones, rebaja la exigencia, degrada la calidad, defrauda las expectativas y genera frustraciones.

¿Cómo es posible que no haya avances en algo que necesita enmendarse, que todos los agentes sociales están de acuerdo en arreglar y en lo que tienen claras las soluciones? El fracaso de los aprendices es paradigmático de la parálisis que invade Asturias en el peor de los momentos.

Hay ejemplos de abulia por muchas partes. Siendo la sexta región de la UE en kilómetros de autovía, acumulados en el centro, no surge un área metropolitana que atraiga riqueza, innovación y talento. Tan sólo un proyecto embrionario encuentra resistencias. Contando con una de las más ricas masas forestales del continente, la desgana y la burocracia impiden sacar rendimiento a los bosques. Mantener el arte rupestre, el Prerrománico o el Camino de Santiago, únicos en el mundo, cuesta Dios y ayuda. Con un panorama nacional e internacional muy complicado -fuertes diferencias sociales, insolidaridades crecientes entre territorios y países, una deuda galopante a pesar de los recortes, empleo escaso y la economía otra vez tambaleándose- quienes se rezaguen, en particular en la educación, van quedar definitivamente descolgados durante años.