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Cien líneas

Némesis

La doctora Belén Quesada se jubila. Ayer afirmaba en estas páginas que "las personas nunca han estado tan sanas y nunca se han sentido tan enfermas".

Una paradoja que enlaza con aquel ensayo "Némesis médica", de Iván Illich, que en los setenta fue un terremoto. Consideraba Illich que la medicina, rebasados los límites tolerables, resulta patógena: "Produce daños clínicos superiores a sus beneficios, enmascara las condiciones políticas que minan la salud de la sociedad y expropia el poder del individuo para curarse a sí mismo. Las enfermedades yatrógenas comprenden todos los estados clínicos para los cuales son agentes patógenos los remedios, los médicos o los hospitales".

Estoy más cerca del liberalismo de Quesada que del anarquismo de Illich, aunque, bien mirado, son primos hermanos.

La Sanidad Pública, que supone cerca de la mitad del Presupuesto del Principado, es un monstruo que funciona como todos los monopolios: eficacia mínima y beneficio máximo para quien lo detenta.

En circunstancias normales de libertad, democracia e información no duraría ni una semana.

Pero es tan poderosa que se impone. Y se alimenta atemorizando al personal: todos los días nos inundan con el mantra de mil enfermedades y sus supuestas curas. De ahí que la gente, asustada, pida aún más Sanidad Pública. De ahí que los ciudadanos aunque estén más sanos que nunca se sientan cada vez más enfermos.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente el coro de doctores de "El rey que rabió", de Chapí).

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