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Corruptos clasificados

Ríos no, mares de tinta se han consumido en análisis, tratados y ensayos sobre la corrupción y la estrategia para combatirla. Y, a mi modo de ver, han resultado una soberana pérdida de tiempo.

Como en la medicina, para que un tratamiento resulte eficaz es imprescindible un diagnóstico certero. Si no lo hacemos, estaremos haciendo el pendejo. La corrupción es una patología social que campea por tantos vericuetos que, para su diagnóstico y terapia, necesitamos conocerlos tan bien como la palma de la mano.

¿Conocer los vericuetos de la corrupción? Difícil. Es un laberinto.

¿Y a los corruptos? Ahí, meter el diente no es complicado. Lo primero de todo: clasificar a los corruptos. Una vez tipificados, los mastines sabrán qué pieza persiguen y sus reacciones. Luego, pillarlos con las manos en la masa será pan comido.

Un meta-análisis elaborado por el Departamento Anticorrupción de la Okinawa University sobre una población de dos mil corruptos en los últimos diez años y centrando el trabajo en Spain, por ser éste un espacio endémico de dicha patología, permitió la clasificación. Así, en grado de malignidad descendente, encontramos los siguiente tipos de corruptos.

"Corruptos de pata negra". De estos, en el vértice de la pirámide de la corrupción, debemos olvidarnos. Son personajes plenipotenciarios que, encubiertos por su escudo de poder, viven en su inexpugnable caverna y desde ella actúan corrompiendo a gran escala en la macroeconomía. Media humanidad es cómplice pasiva de sus arrebatos. Actúan en todos los ámbitos: político, financiero, judicial, tráfico de armas, social, religioso. Son auténticas armas de destrucción masiva.

"Corruptos de recebo". Representan la conexión de los anteriores con el mundo que vivimos. Ellos se encargan de allanar el camino para que las órdenes de los pata negra se cumplan y de paso sus arcas personales y las de sus sicarios engordan como hipopótamos. Nos roban desde una relativa tranquilidad, la que suele darles el cargo que desempeñan y las mafias que los amparan. Y sólo cuando meten la pata bien metida y se dan la leche, aparecen en las primeras planas. Entonces, se levanta mucha polvareda mediática a su alrededor, pero al trullo no entran ni de coña. Unos ejemplos: Rodrigo Rato, Jordi Puyol, miembros de la familia real.

"Corruptos choriceros". Es el espécimen que más abunda. Con prioridad circulan por las autopistas que comunican la banca, los partidos políticos, concejalías de urbanismo y grandes empresas. Usan como salvoconducto sobres, con dinero en cash, o en su defecto tarjetas de crédito con dinero en black, a fin de cuentas es el dinero que sacan impunemente de nuestros bolsillos y que gastan en alcohol, drogas y rock and roll. De choriceros hay varias tribus: blanqueadores, comisionistas, consentidores, conseguidores, extorsionadores. Ejemplos, muchísimos; para abreviar, recomendamos conectar la Sexta y allí los verá con el "yo no sé nada" en la boca.

"Corruptos tontoelculo". Dan mucho cante. Y cantan desde la ventanilla de sus coches de alta gama, desde la barra del pub VIP con aroma D&G, no digamos en los clubs de alterne, auténticas figuras. Son los que dicen "no te preocupes, tío, tira palante que esto lo hace todo quisqui, y el que sea tonto que arrée, total, si lo que nos llevamos de los contribuyentes es el chocolate del loro". En el proceso de corrupción son los monaguillos y los que, habitualmente, caen los primeros. Necesarios para que los estudiantes de primer año, en la Escuela Brigada Anticorrupción, hagan prácticas.

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