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El negro de los regalos

La andanada de Fidel Castro y otros gestos de la visita de Obama a Cuba

Podría pensarse que la reciente visita de Obama a Cuba no estuvo acompañada de todos los gestos que al castrismo le hubiesen gustado. Eso tal vez explicase las agresiones verbales que la longeva dictadura caribeña le ha prodigado al presidente de la potencia hegemónica tras su histórico viaje a la isla. Por ejemplo, la "reflexión" que casi una semana después de su partida le dedicó Fidel Castro ("no necesitamos que el Imperio nos regale nada"), entre loas a los logros revolucionarios y condenas a la fallida invasión de Bahía de Cochinos, de la que dentro de dos semanas se cumplirán 55 años.

O, por más ejemplo, el humorístico dardo lanzado desde "Tribuna de La Habana": "Negro, ¿tú eres sueco?". Un derroche de ingenio que la propia publicación decidió retirar de su edición digital tras comprobar que a algunos cubanos, dentro y fuera del régimen, no les hacía demasiada gracia un vocativo que, según el DRAE, no deja de ser una "voz de cariño" utilizada en numerosas regiones de América "entre casados, novios o personas que se quieren bien".

También podría pensarse que tanta gestualidad se debe a que el castrismo ha jugado con dos barajas. En una mano, la de apuntarse el tanto de la visita, que implica de facto una plena legitimación de la dictadura y garantiza el mantenimiento de la cadena de iniciativas que le aflojan un poco el corsé. En la otra, la de protestarla -antes, durante y después- para dejar claro, sobre todo a los díscolos y a los ultraortodoxos del interior, que la "Satisfacción" que proclama Jagger viene precedida de unas palabras entre paréntesis que significan "No la logro". O sea, "(I can't get no) Satisfaction". Algunos lo llaman el juego del poli bueno y el poli malo, mientras que otros, con memoria de dictadura de aquí, prefieren situarlo en "el legítimo contraste de pareceres entre las familias del régimen". En cuanto a quienes sostienen de buena fe la "heroica oposición del comandante", sólo cabe apuntar que al parecer los hay.

Claro que, pasando del registro de gestos al análisis de su contexto, también podrían pensarse otras cosas. Por ejemplo, que el viaje de Obama -bellas palabras, medidas incitaciones a la apertura, rock'n'roll y... nada nuevo que ofrecer en los bolsillos- no es sino un bonito acto de fin de curso en el que se escenifican los límites de una etapa. La que se abrió con las negociaciones mantenidas en Canadá con mediación vaticana. La que alcanzó su velocidad de crucero cuando en diciembre de 2014 se anunció el inicio del proceso de restablecimiento de relaciones. La que, en fin, como tantas otras iniciativas de la actual Casa Blanca, ha encontrado su rompeolas en el Congreso de EE UU, donde los republicanos, por estricto mandato popular, marcan la ley y se niegan a levantarle el embargo a Cuba. Un embargo que es la única clave de bóveda de un proceso al que no le queda sino esperar la llegada de nuevos arquitectos en las elecciones presidenciales y legislativas de noviembre. De modo que, escenificación por escenificación, todos los gestos que han rodeado este viaje del "sí pero no" serían, sin más, el nítido retrato del estado actual de la cuestión.

Incluido, por cierto, el extraño gesto con el que se cerró la reunión bilateral entre Obama y Raúl Castro. El cubano buscó por sorpresa esa foto -brazos enlazados y en alto- con la que se celebran las victorias compartidas, pero el estadounidense se la negó con un triple movimiento: sonrisa amplia pero tensa, mano derecha en actitud de saludo algo contraída, y mano izquierda, la que Castro pretende izar, en lánguida caída de rechazo o en invitación al beso reverencial.

El negro de los regalos es cualquier cosa menos tonto -"nadie pensó que fuera fácil", ironizó la Casa Blanca en réplica a la andanada de Fidel-, y, además, está en campaña y sabe mejor que nadie que la hora de las celebraciones aún no ha sonado.

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