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Profesor de Ciencias Políticas

Óscar R. Buznego

Sí, pero no

El asunto de la formación del Gobierno vuelve a cobrar impulso. Entre las sombras de la política española se perciben movimientos cuya dirección los ciudadanos, los analistas e, incluso, los propios actores son incapaces de determinar. Los dirigentes políticos extreman su ambigüedad con premeditación y los ciudadanos no pueden evitar sentirse perplejos y desorientados. Esta no es la mejor manera de inaugurar una etapa nueva en la democracia española. No es lo prometido ni el proceder idóneo para poner al país en el rumbo que le conviene.

El momento culminante de la semana ha sido el encuentro de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, seguido de mucha actividad entre bambalinas de los partidos y que ha tenido gran eco en la prensa. El bullicio y las expectativas ocupan otra vez el centro de la arena política, pero de todo ello no resulta nada concreto que permita augurar un desenlace claro, en un sentido u otro, de las conversaciones para formar gobierno. Del modo condicional con el que se expresan los portavoces sólo surgen dudas, como pusieron de manifiesto las preguntas formuladas por los periodistas, interesados en primer lugar en averiguar si ambos líderes estaban diciendo lo mismo sobre la reunión que acababan de mantener, y los editoriales de los diarios del día siguiente. Pedro Sánchez señaló que la noticia era el cambio de actitud del líder de Podemos, que ahora aceptaba compartir mesa con Ciudadanos, pero Pablo Iglesias en su comparecencia no había dejado de insistir en su propuesta de un gobierno de izquierdas con el apoyo activo o pasivo de los nacionalistas, si Ciudadanos decidiera no aportar el suyo, y Albert Rivera apareció al instante lanzando la advertencia de que ante un gobierno así con total seguridad a su partido lo encontrarían en la oposición. El detalle de estas intensas jornadas de vida política que ha pasado un tanto desapercibido es la larga reunión del día anterior de los líderes del PSOE y Ciudadanos, que se presta a todo tipo de especulaciones, pues ninguno de ellos nos ha contado nada de lo hablado. En resumen, Pedro Sánchez sacó de su conversación con Pablo Iglesias la conclusión de que el Gobierno está más cerca que las elecciones, aunque al final admitió que el objetivo era, en sus propias palabras, "difícil, complicado, casi imposible". ¿Qué debemos pensar ante esta actuación de los dirigentes políticos?

A pesar del énfasis puesto en reconocer las dificultades, el candidato socialista se mostró resuelto a no ceder en su empeño. Y facilitó dos pistas sobre su posición de salida para conseguir la investidura en su segundo intento, con el voto de Ciudadanos y la aquiescencia de Podemos. La primera la ofreció con algún titubeo cuando planteó un acuerdo sustentado en las coincidencias de los tres partidos, aunque fueran mínimas, y que sobre las discrepancias decidiera el Parlamento mediante una aritmética variable, de tal forma que alrededor de cada iniciativa legislativa podría configurarse una mayoría distinta. La idea de convertir al Parlamento en el verdadero Gobierno del país es excéntrica y denota mucha ansiedad y poca responsabilidad. La capacidad que están demostrando los partidos para fraguar un pacto de gobierno debería prevenirnos de su puesta en práctica. Asturias nos ilustra sobre las consecuencias que podría traer. En el peor de los casos sería un caos. Lo normal en las democracias parlamentarias es que el ejecutivo gobierne en condiciones de ser eficaz, lo que incluye el respaldo de una mayoría suficiente y estable en la cámara baja.

El otro punto de partida fue establecido por Pedro Sánchez al apuntalar su pacto con Ciudadanos, aún a sabiendas del rechazo que provoca en Podemos, que es su última oportunidad para ser investido. Si Ciudadanos y Podemos son socios de gobierno incompatibles, como no se cansan de repetir ambos, resulta chocante la opción de Pedro Sánchez de atarse al primero cuando es el segundo el que lo acerca más a su objetivo. Cabe conjeturar que, en el fondo, ni Pedro Sánchez ni su partido quieren en realidad gobernar con Podemos y que lo único que pretenden es conseguir su apoyo parlamentario, siempre desde una posición subalterna, sea dentro o fuera del Gobierno. Pero el hecho es que el concierto programático entre PSOE y Ciudadanos ha tenido el efecto de conceder un gran protagonismo político a los dos desde las elecciones, en las que ambos tuvieron un resultado mediocre, y ello gracias a que, por otro lado, el acuerdo está sirviendo al PSOE para retener a Ciudadanos a cierta distancia del PP, con el que comparte espacio ideológico, y a Ciudadanos para alejar al PSOE de cualquier tentación izquierdista en compañía de Podemos. El líder de Ciudadanos ha asegurado que si el PP no se sienta a la mesa "vamos de cabeza a elecciones". Así que las negociaciones que se anuncian para los próximos días pondrán a prueba de resistencia de ese pacto.

Los partidos han extendido un velo que impide a los ciudadanos ver con claridad lo que hacen sus dirigentes. El respeto debido a los votantes exige, sencillamente, que los aspirantes a la investidura elijan interlocutor, fijen una fecha para reunirse y, al cabo de un tiempo razonable de diálogo y negociación, comuniquen el resultado.

Todo lo demás está de más. Pero Maquiavelo no fue el primero en descubrir que la política tiene sus propias leyes.

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