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Nueces de California

El teorema de López y el agua de borrajas

Por qué España no ha dejado ningún poso en la historia de la ciencia

Solamente el necio confunde el valor con el precio. A. Machado

Cada vez está más claro que una cosa son las creencias y otra los hechos. En el pasado, cuando no existía el método científico, ambos se confundían, e incluso hoy en día todavía hay muchas personas que los siguen confundiendo. Se considera que el padre del método científico fue Renatus Cartesius. Descartes tenía claro que ni el azar, ni la casualidad, proporcionan conocimiento, y que era necesario el desarrollo de una metodología que permitiera la investigación de la verdad; ni más, ni menos. El método científico se basa principalmente en los preceptos de falsabilidad y de reproducibilidad. La falsabilidad implica la posibilidad de diseñar experimentos que permitan negar hipótesis en el caso de que éstos arrojen resultados distintos a los esperados. El ejemplo es la generalización "Todos los cisnes son blancos". Bastaría con encontrar un cisne de otro color, negro por ejemplo, para falsar dicha hipótesis. El segundo pilar del método científico es la reproducibilidad, es decir, el resultado de un experimento tiene que poder repetirse, independientemente del lugar y del sujeto.

Siempre han existido las supercherías, la pseudociencia y los dogmas de fe. Es llamativa por ejemplo la historia de los rayos N, una forma hipotética de radiación descrita por el físico francés Prosper-René Blondlot en 1903, y que inicialmente fue confirmada por más de 300 artículos publicados por equipos investigadores "que se decían de renombre". Incluso hubo discusiones sobre quién había llegado primero. El descubrimiento hizo que otros equipos se interesaran en el tema sin obtener los resultados ansiados. Sólo el americano Robert Wood fue capaz de desmontar el entuerto, haciendo lo que yo una vez hice a un amigo mío francés que se decía experto en "cognags y armagnacs": cambiarle el vaso. En definitiva, siempre hay mucho charlatán y mucho payaso. Para descubrirlos sólo hay que sacarlos de su zona de confort, pero no es fácil, porque hacen como "Jezulín", ven toros en todas partes, y sólo hablan de pitones. Los rayos N fueron el resultado del nacionalismo francés tras la derrota en la guerra franco-prusiana. Los nacionalismos nunca traen nada bueno. Fíjense en nuestro "milagro económico", en qué ha terminado: en caldo de ortigas. Existen otros muchos ejemplos de estafas científicas, tecnológicas y empresariales, como el avión que olía la presencia de hidrocarburos, y que un geofísico italiano enjaretó a Elf Aquitaine en los 90 por millones de francos. En nuestro país tenemos el récord Guinness de los timos. Somos especialistas en hacer que lo cuaternario, terciario y secundario se coma a lo primario, y que sólo nos quedemos con la rima, con la espuma de la ola que se ha ido.

Además, España es un país que, habiéndose incorporado tarde al flujo de la ciencia, es el reino del agua de borrajas, del "tomorrow-tomorrow-nothing". Siempre intento imaginar lo que piensan los alumnos franceses, ingleses o alemanes cuando estudian matemáticas, física o química y ven que la ciencia la han escrito sus paisanos. Comparen ahora con lo que piensa un estudiante español, que nunca verá el teorema de López, de García, o de Rodríguez. Cuando era estudiante sentía una gran frustración y me preguntaba por qué no hemos dejado ningún poso en la historia de la ciencia. Como causa y efecto, España siempre ha maltratado a sus genios, a sus patriotas, que han tenido que exiliarse para poder realizar sus sueños. La ciencia nunca ha interesado a los que detentan el poder, que además siempre han intentado contaminarla promocionando a científicos adeptos al sistema.

Cuando se dice que algo se ha quedado en agua de borrajas significa que un asunto del que se esperaba mucho se ha quedado en nada, causando por lo tanto una gran desilusión en quien había puesto en él sus esperanzas. Esto ocurre a menudo en ciencia y tecnología en España. Uno termina aprendiendo que la colaboración con grupos de investigación españoles, salvo en contadas excepciones, suele quedar en agua de borrajas, por inseguridad, mediocridad, o lo que es peor, por envidia o por desidia. Y uno sin querer se exilia, y termina buscando aliados muy lejos: aquellos que te entienden, te potencian y te respetan.

Si algún día esto les ocurre, no lo duden, manden a estas personas a freír espárragos ipso iure e ipso facto, pues si no lo hacen terminarán hartos, dudarán de sus posibilidades y abandonarán sus proyectos. Es duro decirlo, pero para avanzar no hay que tener miedo en dejar gente atrás, a soltar lastre. A veces uno tiene reparos porque piensa que son buenas personas, pero esa manera de pensar es incorrecta, porque una buena persona nunca frena a quien aprecia, a no ser que vea claramente que está equivocado, en cuyo caso, la reacción honesta debería ser de "fair-play". Así es como reaccionan los anglosajones, diciendo: "me alegraría estar equivocado y que triunfases". No lo duden, no pierdan el tiempo, mándenlos al carajo. Descubrirán que se trata de verdaderos sumideros de energía y apreciarán la alegría de realizar el camino en solitario. Sentirán el alivio de haberse liberado de una hemorroide. Luego están los que les copian. No se preocupen, copiar es de mediocres. No llegarán lejos, y, aunque no lo pretendan, les harán famosos. Tiempo al tiempo. Y por último están los que critican y vilipendian sin razón, los envidiosos. Piensen como los americanos: Who cares? (¿a quién le importa?), como dijo Alaska, cuando ya había dejado a los Pegamoides. No pierdan ni un segundo, ignórenlos.

Volviendo a la borraja, antiguamente a esta planta silvestre se le atribuía la capacidad de dejar embarazada a una mujer simplemente con el hecho de pisarla o de beber el caldo fruto de su cocción. Naturalmente el resultado era negativo y quienes la consumían con la confianza de quedar en estado se veían decepcionadas al comprobar su nula eficacia. Este es el origen de nuestras miserias. También a Pablo Manuel Iglesias se le atribuían poderes sobrenaturales, y ya ven en lo que ha quedado, ¡tomorrow-tomorrow-nothing!, con tics machistas y autoritarios.

España es el país de las "Luces de Bohemia" de don Ramón María del Valle-Inclán, el reino del esperpento; y Asturias, una región que ha perdido contemporáneamente su vínculo con el futuro y el progreso, pese a su historia. ¿Conocen ustedes la manzana Mingán? Es mi preferida. ¿Sabe de dónde le viene el nombre? Pues bien, en el siglo XVIII la manzana asturiana se exportaba a Inglaterra a través del puerto de Birmingham. Hoy solo exportamos prejubilados a Alicante, pero no somos los noruegos.

Tenemos que recuperar nuestro acervo histórico, ponernos las pilas y adelantar el tiempo perdido. Cuidemos a Max Estrella y hagamos que don Latino se convierta en "Business Angel", y sude y se merezca todos sus emolumentos. Cada día aguanto menos la hipocresía. ¡Declarémosle la guerra! Sé que no estoy solo, ¡acompáñenme!

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