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Fernando Granda

Sirios, iraquíes, personas

Sirios, iraquíes, iraníes, gente que huye, gente sin trabajo, sin cultura, incivilizados? Pues no, la marabunta de refugiados que llegan ahora a Europa la forman personas, lo que ya es una categoría, civilizadas, con educación, con cultura, con profesión, que disfrutaban de un nivel de vida aceptable. Pero la guerra, el racismo, la discriminación, la política, la religión se han cruzado en su vida, en su camino personal y se lo han arruinado. "No hay Norte, Sur, Este ni Oeste. Solo hay intereses", dice una cabeza que emerge del agua en un dibujo de Andrés Rábago, El Roto.

Siria no disfrutaba de un régimen democrático. El Irak de Sadam Hussein tampoco. Ni Libia, la Persia del Sha o el Irán de los ayatolás. Eran, son, dictaduras de distinta radicalidad y distinto nivel económico. Sin embargo eran países bastante civilizados, con una cultura histórica, escolarizados, educación cualificada, una tecnología floreciente? El escaso equilibrio político-religioso mantenía una paz débil que permitía un desarrollo más o menos llevadero. Hoy Irak, Siria, Libia, junto con Afganistán, Eritrea, Somalia, Etiopía, Yemen son territorios más que países, no tienen estructura de Estado. Son campo de guerrillas, grupos armados, piratería, mafias de la droga, trata de personas y contrabando de armas o materias primas. Otra y peor dictadura, lo contrario al Edén de los cuentos y leyendas, de la fantasía de "Las mil y una noches". Por eso sus habitantes huyen.

Por qué Europa rechaza ahora a sus huidos, los refugiados que llegan de estos países invadidos por el feroz enfrentamiento religioso-político-económico. Porque ni chiíes ni suníes, ni creyentes animistas o étnicos, se enfrentan solamente por razones religiosas. Las posiciones políticas son consecuencia de la consecución de poder, lo que significa riqueza económica e influencia en su ámbito, su entorno, en su pueblo. Una influencia histórica o no pero que da dominio y autoridad a unos sobre otros, otorga poder a unos y lo quita a otros. La Unión Europea, en principio, los acogía, capitaneada por Angela Merkel, con los brazos abiertos. Pero la xenofobia de ciertos partidos, algunos en el gobierno, ha transformado la bienvenida en rechazo obsceno, en nacionalismo racista, en derrota económica. A pesar de que esta Europa envejecida necesita savia y mano de obra nuevas.

No es posible aseverar que todo quien llega de la terrible persecución político-religioso-económica del Próximo Oriente sea un/a intelectual, una personalidad, una eminencia, un/a experto/a en importantes campos de la ciencia, la tecnología, la industria, una celebridad de las artes e humanidades. No. En esta gran avalancha lo natural, lo normal es que haya gentes de todo rango, de todas clases. No huyen de los conflictos solamente los directivos, los poderosos. Lo hacen los pacíficos, las personas, los pobres y los ricos. Los que aman la vida. Traerán problemas unos y traerán provecho otros. "De todo hay en la viña del señor", dicen algunos libros "sagrados" y el dicho popular.

Las últimas decisiones de los dirigentes de la Unión Europea -"one-in, one-out"- demuestran las barbaridades que derivan del poder económico. Expresan gran egoísmo, escasez de ideas, de liderato, de espíritu democrático, una falta de humanidad. No han aportado ninguna solución a los conflictos eternos de la zona. Sólo bombas, odio, injusticia. Firman discriminación y negación. Lo contrario al derecho de las personas. Lo humano es "ser capaces de valorar la vida", señaló en el recuerdo a las víctimas del escalofriante 11-M la alcaldesa Manuel Carmena.

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