La semana pasada, un grupo de discapacitados dibujaba creaciones abstractas en el Museo de Bellas Artes de Asturias inspirándose en el ritmo de las melodías que paralelamente interpretaban músicos de la Orquesta Sinfónica del Principado. Una original muestra de integración, mezcla de disciplinas creativas, polivalencia y vitalidad. Un centenar de personas, en su mayoría familiares de los participantes, seguía la actividad. A muchos la cita les permitió recorrer por primera vez las instalaciones. Quedaron encantados de lo que vieron y juramentados para convertirse en prosélitos del descubrimiento.

A pesar de que empieza a batir récords de espectadores -el pasado año 234 cada día, 85.500 en total: los mismos que acuden en un mes a los partidos de El Molinón y el Tartiere-, el Museo dista mucho de ser un lugar de culto para los propios asturianos y de fuerte tirón para los turistas. Injustamente, pues guarda joyas que han ganado en cantidad y en calidad con la ampliación recién estrenada. Quienes desfilan por las salas salen sorprendidos de un conjunto inabarcable en unas horas y que cada nueva mirada convierte en distinto por la cantidad de matices que ofrece ahora. El miércoles por la tarde, tres excursiones organizadas por otros tantos touroperadores coincidían para visitas guiadas. Algo inédito. Un síntoma de que las cosas pueden estar cambiando.

Desde su inauguración, con poca superficie disponible y apenas ochenta piezas, a hoy, con 4.500 metros cuadrados de exposición en tres edificios del casco antiguo ovetense, 783 obras a la vista y varios miles guardados en la despensa, el Museo de Bellas Artes constituye un insólito ejemplo de buen crecimiento, paso a paso, sin estridencias y en poco tiempo, 36 años. A la primera etapa de recolección de tesoros esparcidos por los edificios de las administraciones públicas -así comenzó todo-, la siguió otra de confección y engrandecimiento del repertorio con cesiones y adquisiciones, que recibió un notable impulso en 1994, a raíz de la dación de los 410 cuadros de la colección Masaveu en pago por el impuesto de sucesiones.

Luego la prioridad fue buscar un contenedor adecuado. Conseguido estos días, la institución queda colocada en una escala distinta. Entre las más relevantes de España. Y con otro reto decisivo por delante: atraer a los asturianos que le dieron la espalda, engarzarse como parte esencial de su patrimonio y convertirse en instrumento de cohesión cultural. Los museos van haciéndose al andar. Además de su tarea restauradora, investigadora, conservadora, científica y formativa, también necesitan desarrollar otra función capital: la dimensión social.

El Museo es un lugar excepcional para estudiar la evolución de la pintura en España. En sus salas figuran representados todos los pintores importantes, excepto Velázquez, y todos los estilos, desde el gótico hasta las vanguardias. Ahí radica su importancia y la cualidad esencial que lo diferencia de cualquier otro centro. Ninguno puede exponer una continuidad semejante, de enorme valor didáctico y educativo. El arte asturiano, por descontado, se muestra al completo. Su historia carece de lagunas: Valle, Piñole, Truán, Moré, Luis Pardo, Paulino Vicente, Vaquero Palacios, Aurelio Suárez, Luis Fernández, Rubio Camín, Orlando Pelayo, Alejandro Mieres... Y cuenta con interesantes piezas internacionales, de Rubens o Guido Reni al grabador Giovanni Battista Piranesi y al personalísimo Foujita, el "japonés de Montparnasse".

Por obras maestras, cómo no mencionar a El Greco y su "Apostolado"; el "Cristo muerto en la cruz", de Zurbarán; "La presentación en el templo", de Paolo Veronesse; "Carlos II a los diez años", de Carreño Miranda; el "Retrato de Jovellanos en el arenal de San Lorenzo", de Goya; "Leopoldo Sánchez del Bierzo", de Federico de Madrazo; "La cueva de Covadonga", de Genaro Pérez Villaamil; la "Metamorfosis de ángeles en mariposa", de Dalí; el "Mosquetero con espada y amorcillo", de Picasso, y "Corriendo por la playa. Valencia", de Joaquín Sorolla.

La ampliación no es una meta sino un punto de partida. Y un ejemplo para dar brillo y promocionar otros tesoros de la herencia asturiana. Las necesidades no quedan aquí colmadas. Desde 2011 no hay partida para comprar nuevos cuadros. Dos interesantes "regoyos" a buen precio se han escapado recientemente pese a los desesperados intentos de retenerlos para el acervo asturiano implicando a coleccionistas interesados que los cedieran en depósito. Tampoco falta la inherente chapuza en toda realización hispana. Los almacenes no pueden usarse porque carecen de montacargas.

Sería una pena dejar sin continuidad por falta de inversiones el esfuerzo que ha supuesto levantar este espacio, además con entrada gratuita. Un privilegio para los asturianos. Sólo permite acceso libre otro museo en Sevilla, y a una zona muy restringida. Con las pegas que el funcionamiento diario seguro irá evidenciando, aun mostrando todavía una mínima parte de sus fondos, con criterios expositivos mejorables y las diferencias en gustos estéticos que a unos y otros les suscite la obra, nadie puede negar que el arranque del nuevo Bellas Artes constituye una feliz noticia para Asturias. A disfrutarlo.

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