Lamento coincidir con las conclusiones de un estudio de la Universidad de Oviedo. Sí, ya se que suena muy radical pero qué le voy a hacer. Me refiero a un análisis, recién publicado, del Regiolab -excuso explicar, por evidente, qué está detrás de epígrafe tan pedante- en el que se indica, entre otras cosas, que Oviedo, Siero, Llanera y Noreña son los únicos concejos que resistirán el devastador declive asturiano de población. Y quien dice de población apunta, claro, a todo lo demás. Para el caso, Oviedo y su alfoz.

Hace unos días expuse en estas líneas mi parecer: Oviedo, con su industria cultural, implantada en monumentos, museos y conciertos, por decirlo en apenas unas palabras -hay mucho más, claro-, es el arca de Noé al que se debería subir todo aquel que se quiera librar del naufragio astur en curso. Ciertamente existen esperanzas fuera de ese salvavidas, que, ojo, supone algo así como un tercio del conjunto de la comunidad, pero orientarse en esa línea es infalible.

Más aún. Ayer mismo decía en estas páginas José Antonio Méndez, profesor de Filosofía de la Universidad de Oviedo -con él sí me gusta coincidir- que la competencia entre Oviedo y Gijón y en general entre las ciudades y villas asturianas es imprescindible como seguro funcional porque mantiene viva la pluralidad. La homogeneización es la muerte. Por algo Méndez es anarquista.

Asturias necesita que no se le niegue a Oviedo la capitalidad -como se hace sistemáticamente: un ejercicio letal para todos- y conectar con Madrid, capital, con un AVE en menos de dos horas. Lo demás se nos dará por añadidura.