Hay días que uno se levanta de la cama abrazado a la evidencia de que este país no tiene arreglo, que no hay regeneración que pueda con los vicios y los defectos atávicos de una nación de pícaros y rinconetes. Era cuestión de tiempo que la filtración de los "papeles de Panamá" se llevara por delante a un ministro que pregonaba desde el púlpito del poder lecciones de decencia, o a un exbanquero que resurgió de los infiernos proclamando una fingida inocencia y anunciando el advenimiento, de su mano, de una época nueva para la política y la justicia social. Mario Conde, del averno carcelario al paraíso fiscal. Ya ven: un sinvergüenza, un mangante. En la ominosa lista figuran una retahíla de deportistas, grandes empresarios, artistas y hasta señoronas de sangre azul que purgan sus pecados y lavan su conciencia en los rastrillos solidarios. Qué pena. Qué asco.