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Fernando Granda

Silogismos poselectorales

Una forma deductiva de analizar la situación política en la que nos encontramos es el silogismo. Lo utilizó ya Aristóteles, el gran filósofo y científico nacido hace 2.400 años en Estagira, la antigua Macedonia de Alejandro Magno, en la Grecia Clásica. En esta era de la ciencia cuántica puede parecer un método trasnochado pero al menos nos servirá para un somero razonamiento. Quizá para demostrar a los políticos que los electores muestran con su voto lo que quieren, pueden ser más posibilistas y admiten alianzas o coaliciones más flexibles y pragmáticas.

En un primer silogismo diría que un/a elector/a no es votante de Podemos (hasta ahora) ni de la derecha (cualquiera de ellas). Tampoco vota al centro (una media de la izquierda temerosa y la derecha disimulada). Luego no tiene más remedio que votar a la izquierda. Pero ¿qué izquierda, esa que se disgrega y nunca se pone de acuerdo, la de Podemos, Izquierda Unida, las mareas periféricas y las riadas interiores, los grupúsculos radicales?? ¿La del socialismo de los/as barones/as?

Segundo silogismo. En gobiernos autonómicos y locales se han formado coaliciones, alianzas y ha habido abstenciones tácticas que han permitido una gestión correcta, democrática y social. Estos gobiernos locales y autonómicos han funcionado perfectamente durante varios periodos. Luego es posible que las coaliciones, alianzas y abstenciones tácticas puedan funcionar en el nivel estatal. Lo normal sería probarlo.

Tercer silogismo. Una alianza de izquierda puede funcionar perfectamente -ejemplos hay en Andalucía, Cataluña, Asturias, Comunidad Valenciana-. Un partido como Podemos declara buscar una política trasversal y un partido como el Partido Socialista Obrero Español busca desesperadamente el poder. Luego es posible que se pongan de acuerdo. Los egos deciden.

Cuarto silogismo. Su máxima aspiración es expulsar del Gobierno al Partido Popular. La forma de lograrlo es coaligarse o sumar programas tras los comicios. Luego es viable aportar sumandos para conseguir un mínimo común denominador para que el país funcione. Lo/as barones/as y cúpulas deciden.

Quinto silogismo. En los gobiernos -nacionales, autonómicos, locales- surgen como hongos elementos corruptos, muchos de ellos víctimas de ávidos corruptores. En los programas de los partidos se contempla la persecución de la corrupción. Luego lo lógico es votar a perseguidores de la perversión, de esa depravación política.

Enésimo silogismo. Podemos se alía con mareas y asociaciones populares con denominaciones puntuales para concurrir a las elecciones. Podemos reconoce que concurriendo con Izquierda Unida, que le ha tendido la mano, podría conseguir un montón de escaños más, aprovechando el millón de votos que se deciden por IU y se diluyen en los restos de la Ley D'Hont. Luego sobran los egos y personalismos.

Posiblemente todo este texto sea un cúmulo de sofismas, aparentes, ilusorios, artificiales silogismos. Falsos silogismos. Simples argumentos para señalar a los políticos que los ciudadanos estamos bastante cansados del actual teatro público, de la falta de un desenlace, provisional o duradero, que sea práctico y que haga funcionar el país. En Asturias sabemos sobradamente lo que es un Gobierno en funciones.

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