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Los favoritos ponen orden

Clinton entierra a Sanders en Nueva York y Trump sigue galopando en pos de su difícil mayoría absoluta

Si Bernie Sanders, el flagelo de Wall Street, se hubiese impuesto el martes en las primarias demócratas de Nueva York, incluso por la mínima, los comentaristas podrían seguir diciendo que hay partido entre los burros. Pero no. Nueva York ha sido la tumba del izquierdista neoyorquino nacido en Brooklyn hace 74 años. Los quince puntos largos que le ha endosado Clinton, pese a tener a los jóvenes en contra, han liquidado la racha de siete victorias que inició el 22 de marzo en Idaho, allá en el extremo Oeste, lindando en parte con Canadá. Desde entonces, Sanders había impuesto otras seis veces su ley en Estados periféricos y, en general, poco poblados. Baste decir que el martes, perdiendo, se llevó 104 delegados, mientras que en sus "siete gloriosas" había apañado 155. Pero lo importante de esas victorias no fue tanto la cosecha como que le sirvieron de sustento moral para reclamar a los superdelegados -esos miembros del aparato demócrata que, sin pasar por las urnas, tienen derecho a asiento en la convención de julio- que dejen de apoyar a Clinton. El pinchazo del martes ha ahogado este llamamiento, que una victoria en Nueva York habría amplificado.

Clinton, neoyorquina de adopción -sigue residiendo en el Estado por el que fue senadora entre 2001 y 2008-, hizo sus deberes e incluso superó con amplitud los 12 puntos de ventaja que le otorgaban los sondeos. Los deberes de Clinton son, básicamente, no desencantar a las mujeres, los negros y los latinos, a la vez que promete continuar la senda reformista de Obama, lejos del discurso rupturista de un Sanders que ha hecho de los mercados, las grandes corporaciones y los combustibles fósiles sus grandes bestias negras. Lo suyo es "seamos realistas, Sanders pide lo imposible" y con ese mantra se ha situado a sólo 489 delegados de la mayoría absoluta cuando quedan aún por repartir 1.400 en las 19 contiendas que los demócratas disputarán desde el próximo martes hasta el 14 de junio.

La manada de elefantes es la que, por el contrario, sigue sin disipar las brumas que impiden percibir con nitidez sus contrastes. Trump mejoró las encuestas y le sacó 35 puntos a John Kasich, el gobernador de Ohio, y otros 46 a un Ted Cruz cuyo mesianismo ultra se vende mal en el "Estado imperial", el mayor centro financiero, comercial e industrial del país. De modo que las cosas siguen su curso, con un Trump que, tras llevarse 89 de los 95 delegados en liza, eleva hasta 845-559 la ventaja sobre un Cruz que no puntuó y vio convertida en mojama su racha de cinco victorias.

Pero que ese tanteo no es lo importante lo saben hasta los monaguillos. Lo crucial es que a los republicanos les quedan seis fechas hasta el 7 de junio, con urnas en 15 estados y sólo 674 delegados por atribuir, de los que Trump necesita 392 para llegar a la convención de Cleveland (Ohio) con mayoría absoluta. Es la única mayoría que le sirve y no le consuela que Cruz ya no pueda alcanzarla ni siquiera haciéndose con todos los delegados en juego. Porque, sin mayoría absoluta, Trump verá cómo su mayor enemigo, el aparato republicano, que tampoco quiere a Cruz, transforma la cita de julio en una convención abierta. Y ahí ya no valen las fidelidades adquiridas en las urnas. Saldrá de la chistera el "tapado" -el presidente de la Cámara, Paul Ryan, es el más citado, aunque hay una docena de nombres más, entre ellos el propio Kasich- y se negociará hasta el alba. Salvo sorpresa, el destino de Trump, que ayer volvió a dedicarle unas cuantas lindezas al aparato, será entonces tirar la toalla o montarse su propia candidatura independiente. Mientras, Clinton aplaudirá de lejos la estampida de los elefantes.

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