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Sol y sombra

Gestos y delirios

El Govern de Cataluña ha visto un gesto "simbólico" en la quema de la Carta Magna por parte de Empar Moliner en TV3.

A su vez, Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, rechaza conmemorar el Día de la Constitución. Simbólicamente, no por nada. Según ella, es un exceso festejar una norma "vacía de contenido".

Mariano Rajoy ha encontrado en el Quijote II y el viaje del ingenioso hidalgo a Barcelona la metáfora con que recibir de manera amistosa a Carles Puigdemont en su primera visita a la Moncloa.

La presidenta de la Comunidad de Madrid está dispuesta a demandar a la portavoz en el Ayuntamiento, Rita Maestre, por tomarse la libertad simbólica de decir que hasta no hace mucho era "la jefa de los que apaleaban a quienes se manifestaban en la Puerta del Sol".

De todo ello no hay nada que uno se pueda tomar realmente en serio, responde a una gestualidad que reclama la nueva política y concede la vieja. Se disculpa, se prohibe, se descalifica, nada ha cambiado de entonces a ahora, si es que hubo un entonces y existe un ahora.

El gesto prima sobre el argumento y la razón. Es parte fundamental del relato político de nuestro tiempo. TV3 exhibe la disculpa del simbolismo frente a la periodista que, en vez de buscar la respuesta adecuada al despilfarro de la Generalitat, acusa al Tribunal Constitucional de castigar a las familias necesitadas sin luz y calefacción. Demagogia, oportunismo, postureo, pónganle el adjetivo que quieran.

Colau, a su vez, en otro gesto que define su talante -lo suyo es gesticular, no gestionar- está dispuesta a impedir que se celebre la Constitución en Barcelona, porque a ella no le dice nada. En su delirio personalista rechazaría hasta el delirante mundo del ingenioso hidalgo. Por venir de La Mancha.

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