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Cien líneas

Épicas

Tres días sin aliento y qué decir de la previa, ayer, con la vista del documental del ascenso del Real Oviedo, pronto hará un año, entre mil fervores desatados en el teatro Filarmónica, sede en otras ocasiones de la mejor música, sea Beethoven y su sonata de los adioses, sea a cuenta del festival de nuestra excelente tonada. Esta vez la cita fue igualmente noble y aún más cálida.

Sin aliento porque hoy el Oviedo Club Baloncesto juega el primer partido de los play-off contra el Huesca; mañana, en el Tartiere, teatro de los sueños ya que nadie tiene el monopolio de la poesía -ya puse la bandera en el balcón: imprescindible-, los azules se las verán contra el Huesca, y van dos, y el domingo, segunda tanda de los play-off en el polideportivo de la calle Palmira Villa -la que fue gran archivera de la ciudad- claro, frente al Huesca, que aún recuerdo el frío que pasé en el Alcoraz hace cinco meses, más tieso que Aníbal atravesando los Alpes.

Oviedo entre lágrimas por los recuerdos gloriosos que ayer se vivieron; aplausos, hoy, mañana y pasado, en pos de victorias épicas y emociones a raudales en todos los casos. Una capital que vive el deporte con una intensidad extrema porque a fin de cuentas se trata de un eco de los combates ancestrales, ahora incruentos y ritualizados, donde las comunidades se identificaban y medían.

Gloria a los jugadores que, no hay duda, se van a dejar la piel en los partidos; loor para una ciudad maravillosa que compite y gana y todos a disfrutar sin medida porque la vida se resume en luchas y gozos y vuelta a empezar.

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