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Sol y sombra

¿Rivera, a qué juega?

Nuestros políticos no disimulan. No es difícil, por tanto, saber a qué juegan. Todos, menos Albert Rivera. Rivera es único que consigue desconcertar. Su pretensión es ganar el centro y hacerse fuerte en él partiendo de un planteamiento bastante razonable de la política que no alcanza al resto. Sin embargo sus movimientos, a veces, resultan tan arriesgados que uno sospecha que va a perderlo todo por insistir en bazas que, a simple vista, podrían parecerle juiciosas y sensatas a cualquiera, pero me temo no se van a corresponder con la minoría de edad y la polarización del electorado de este país.

Ya ocurrió el pasado 20-D cuando los votantes se quedaron algo lejos de captar su mensaje. Ahora ha vuelto a reiterarse en que Ciudadanos mantendría su veto a Rajoy, aunque éste volviese a ganar las elecciones. Probablemente es lo que cree que tiene que decir en este momento para no destensar el cordón sanitario que le separa de la corrupción popular. Pero no sé si ese empeño en preservarse higiénicamente ante un fenómeno tan tóxico como es el que representa el partido de Génova 13 le va a ayudar a ganarse la confianza del electorado de centroderecha constreñido por las urgencias del voto útil. Por decirlo de otra manera: su riesgo es que el temor a un tripartito de izquierdas, sumados otros apoyos menos deseables aún, le pase factura por la reticencia a entenderse con unos aliados, digamos poco proclives a regenerarse, pero algo más naturales.

No es sencillo ni agradable arrimarse a Rajoy y mucho menos en las actuales circunstancias. Lo entiendo. Pero enfrente asoma un agujero insondable que va a obligar a muchos españoles a tener que decantarse por el mal conocido antes de precipitarse a una sima. Hay que saber, por tanto, a qué juega Rivera.

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