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Javier Morán

El Cormorán

Javier Morán

La seguridad anglosajona

El otro día, cuando el presidente de la Autoridad Portuaria de Gijón, Laureano Lourido, relató que la demanda y anulación judicial de la autorización administrativa de la regasificadora del Musel había ahuyentado a un grupo de inversores en gas ruso, también relató su parecer sobre las distancias de seguridad de estas instalaciones. Como es sabido, el Gobierno del Principado quiso jugar en su día con dichas distancias y modificó de mala manera y a lo loco un reglamento, de modo que puso en bandeja de plata la referida demanda. Pues bien, Lourido indicó que la regasificadora de Bilbao está a menos de 600 metros de asentamientos humanos, y que la de Ferrol se halla a menos de un kilómetro de Mugardos, y que la de Barcelona se asienta a menos de 2 kilómetros del estadio olímpico. Todos ellos son casos españoles, que serán muy dignos, pero en materia de seguridad hay que acudir a los criterios del mundo anglosajón, que lleva en sus genes el pánico a los desastres y la gran prevención, probablemente desde el magno incendio de Londres de 1666, que arrasó la ciudad a partir de unas brasas en una panadería. Así pues, basta con realizar algunas búsquedas en internet para descubrir informes en los que se relata que desde 1944 se han producido unos 40 accidentes en plantas o en buques de gas natural licuado. Cierto es que en ninguno de ellos se ha reventado una ciudad entera, pero ahí están. Esos mismo informes hablan de diferentes radios y círculos de seguridad en torno a una regasificadora o a un muelle de operaciones, y el más amplio de esos redondeles suele rondar las mil yardas, que son poco menos de mil metros. Sea dicho esto salvo referencia mejor fundada.

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