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Nueces de California

Historias de cangrejos

Una buena lección aprendida de niño: situarse siempre en el espacio nulo del enemigo

Creo que en parte soy como soy porque tuve una infancia feliz, con unos padres y unos abuelos extraordinarios que, pese a sus limitaciones, siempre me apoyaron en mis decisiones, por complicadas que pudiesen parecer a priori. Mi infancia la recuerdo en el Barrio de la Luz durante los veranos, con los pies en el agua, pescando quisquillas con las manos e importunando a los cangrejos. Los cangrejos son animales muy especiales. Siempre me llamó la atención cómo andan de lado y elevan sus pinzas en forma de protesta para intentar defenderse. Muchos se echan atrás ante la amenaza, pero los más insistentes aprendimos que tienen un punto muerto en el espacio de movimiento de sus pinzas, en el cual se les anula la defensa, convirtiéndoles en estatuas de piedra. Esa es una buena lección que aprendí de pequeño, siempre situarse en el espacio nulo del enemigo, como esos aviones furtivos que, mediante un algoritmo de optimización de formas y el uso de materiales absorbentes, son transparentes a los radares.

Se puede aprender mucho de los cangrejos, y también de las quisquillas. Cuando estuve el pasado mes de febrero en Burdeos con los hombres primitivos, hablé con un biólogo del CNRS (centro nacional francés de investigación), que me contó que en el laboratorio que dirigía demostraron que los cangrejos de río, cuando se les somete a estrés, segregan las mismas sustancias que los humanos. Por eso entendí rápidamente por qué al exministro Soria se le puso cara de cangrejo cuando se le preguntaba sobre sus presuntas corruptelas. Por el momento no se conocen cangrejos que hayan perdido la memoria. El Alzheimer debería ser tomado más en serio y no sólo acordarse de Santa Rita cuando truena. Incluso a Aznar se le ha caído el bigote cuando se han hecho públicos sus problemas con Hacienda. ¿Se deberían publicar los datos de grandes infractores de la Hacienda Pública? Yo creo que sí, pues esta es una forma de terrorismo social, y más cuando algunos nos andan dando lecciones de ética, sobre la bondad y la maldad de las cosas. ¡Quién lo ha visto y quién lo ve! También estaba seguro de que en Irak había armas nucleares y desoyó las protestas masivas de la ciudadanía en contra de la participación en la guerra de Irak. Ya conocen la historia, y cómo terminamos pagándolo con el atentado de la Estación de Atocha. Cuando el tribunal internacional de la Haya condene a algún irresponsable político de algún país occidental por crímenes contra la humanidad, dejarán de ocurrir situaciones similares, y cesarán las crisis humanitarias de refugiados. De aquellos polvos, estos lodos. ¿Quién se acuerda cuando Muamar al Gaddafi plantaba su jaima en el Elíseo, o de la inicial excitación sobre la primavera árabe? La hipocresía y la avaricia serán la muerte de Occidente.

¿Conocen ustedes la historia del pescador que tenía dos calderos llenos de cangrejos, y un turista le preguntó por qué uno de ellos estaba abierto y el otro cerrado? El pescador le respondió: "los que están tapados son americanos y los descubiertos, españoles". "No veo la diferencia", dijo el turista. El pescador le respondió: "los cangrejos americanos son muy curiosos y quieren ver lo que hay fuera del caldero. Además, cuando uno intenta trepar, los otros le ayudan y al final, todos escapan. Con los cangrejos españoles no merece la pena pues los más vagos tiran para debajo de los más curiosos y ninguno medra". Este podría ser el típico chiste de los guiñoles sobre la "marca España". Lo peor es que tienen razón, y seguro que algún energúmeno se mosquearía, negando la mayor, incitando al nacionalismo patriotero.

En el mar no hay nada más aburrido que un mejillón. ¿Han visto ustedes algún mejillón abierto a la luz del día? Yo nunca, siempre se abren en la intimidad, cuando nadie los vigila. La mediocridad tiene mucho que ver con lo que yo llamo el modelo mejillón. No quiero una universidad gris que funcione con este modelo. Quiero una universidad abierta, que difunda su saber hacia el entorno y que también aprenda de él. Este debería ser el objetivo de la extensión universitaria, en la que fuimos líderes, pero ya no somos nada, porque para difundir tiene que haber gradiente, y no estoy seguro de que lo haya, ni de que éste apunte hacia afuera. Tampoco sería un problema si la universidad fuese capaz de captar a los mejores profesionales; pero no lo es, dado que su dinámica es ajena a la de la sociedad que nos rodea. Quizás si el gran Ángel González volviese a nacer no podría ser profesor en la Universidad de Oviedo, como tampoco lo son otras figuras de nuestra sociedad.

Este jueves se celebrará la segunda vuelta para las elecciones al rectorado. Espero que el futuro rector haga que la universidad recupere la importancia y el sitio que debería tener, y que cuando se lance una crítica al profesorado no sea anónima y que no paguen justos por pecadores, porque todos sabemos lo que hace cada cual y no deberíamos ser solidarios con los que incumplen. Por el contrario, es necesario reconocer el mérito, en la docencia y en la investigación, y poner el reloj a funcionar engranando cada pieza. Es muy importante la elección de vicerrectores competentes que se sometan al juicio de sus compañeros, de un buen gerente que entienda que la gestión no es sólo control y que hay que hacer fácil lo sencillo, que se asegure la promoción del profesorado y del personal administrativo y de servicios en todas sus escalas, con criterios claros, evitando amiguismos y endogamias, como ha ocurrido hasta ahora en ciertas ocasiones. Estamos cansados de organismos inútiles que sólo retardan el flujo normal de las cosas. Un claro ejemplo es todo lo que se refiere a los estudios de doctorado, donde hay mucha burocracia que simplificar, pero hay multitud de ejemplos. Queremos que los responsables de malas gestiones asuman sus responsabilidades y dejen paso a personas motivadas y competentes.

Hemos atravesado tiempos de crisis y nos hemos atascado, porque ya veníamos desde hace tiempo sin ideas, viviendo de rentas. Mientras tanto, otras universidades de nuestro entorno (véase la de Cantabria) con mejores elecciones nos han claramente adelantado, sin hacer de tripas corazón, aprovechando las amenazas y convirtiéndolas en oportunidades; impulsando las fortalezas y remediando las debilidades. No podemos enterrar más dinero en medios e instalaciones infrautilizadas: hay que optimizar y aprender a jugar a la grande: jugador de chica perdedor de mus. Piensen que menos es más, que sólo se regala la bazofia, y que es muy importante que los cangrejos estén motivados y que no haya caldero que los retenga. ¡Tantas veces he oído en la universidad diálogos aburridos de besugos! Sería una pena que llegásemos a la conclusión que se está mejor sin gobierno. En definitiva, señor Rector, hay que saber en quién se delega.

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