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Cien líneas

Persecución

Ya tenemos policía religiosa. Al menos en Oviedo. La idea es borrar cualquier signo católico de la ciudad. Vistos los antecedentes no me extraña. Cuando estaban aún más crecidos llegaron a fusilar imágenes. ¿Un poco de memoria histórica camarada? Incluso asaltaron algunos cementerios conventuales y acribillaron a tiros los cadáveres de las monjas. Las fotografías ahí están.

En Oviedo, con ochenta años de adelanto, hicieron exactamente lo mismo que los talibanes. Si los bárbaros afganos volaron imágenes de Buda ante el horror de la humanidad civilizada aquí volaron la Cámara Santa. Todavía no han pedido perdón. Y los retratos de los líderes de aquel golpe de Estado sangriento siguen colgados en las sedes del partido de referencia. Insisto, exactamente igual que los talibanes aunque nadie haga ahora la comparación. El pánico manda.

Una policía religiosa para promover la laicidad. ¿Qué es la laicidad? Imposible saberlo porque se trata de un término polisémico. Por ejemplo, para la Iglesia católica laico es todo bautizado que no está ordenado. A saber qué entiende por laico el tripartito.

Con ese concepto tramposo por ambiguo lo que se quiere promover es la persecución religiosa. Todo viene del siglo XIX. Y como siempre, de Francia.

Estos nuevos afrancesados, desfasados mil veces, pretenden hacerle la vida imposible a las instituciones o ciudadanos que no se plieguen a sus dogmas fanáticos. Y, claro, aseguran que les mueve un afán de libertad: así se llamaba la enorme avenida que conducía al Gulag.

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