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Historiador

"De haber sabido que la democracia era esto, lo hubiéramos jubilado antes"

Esta frase escuchada a un cliente por un camarero de Oviedo en la barra de la cafetería ovetense en que trabaja, dirigida tras informar a su acompañante de la concesión del tercer grado penitenciario a Carlos Fabra -el político castellonense condenado a cuatro años de prisión de los que apenas ha cumplido la tercera parte-, es un testimonio más de la alargada sombra del franquismo, presente aún cuarenta años después de que muriera en la cama el también para tantos innombrable "Caudillo de España".

Celebraciones de esta naturaleza en las que el causante prácticamente encabeza la lista de los que desbarataron la marca España añorada por el PP en la última década son bochornosas; que se homenajee a un avezado delincuente no solo contra el fisco, por cohecho y tráfico de influencias, sino también, con la ayuda de otros conocedores de las triquiñuelas para retrasar su presencia en el Juzgado, lograr que por su caso desfilaran nada menos que ocho jueces, ocho, mientras prescribían nada menos que cuatro de los cinco de los delitos fiscales de los que fue acusado. Todo "un ciudadano ejemplar" para Mariano Rajoy, según el actual presidente en funciones declaró a los cuatro vientos en julio de 2008; justo cuatro años antes de que la diputada Andrea Fabra, hija de tan ejemplar ciudadano, gritara "que se jodan" los parados desde su escaño en el Congreso en una sesión en la que se debatía sobre las prestaciones por desempleo.

Infortunio fue que los siete padres de la Constitución de 1978, juristas todos ellos menos uno, no se volcaran en la modernización del poder judicial de la manera que lo hicieron en el legislativo para neutralizar los efectos de la súbita conversión a la democracia de los jueces franquistas en número difícil de precisar. Cuesta entender el carácter escasamente innovador del tercer poder salido de aquella circunstancia como lo prueba el artículo 123.4 de la Carta Magna que prescribe la designación por los gobiernos de un cargo capital como es el Fiscal General. No tiene ese origen el también grave problema de la lentitud de la Administración de la Justicia causada por el incremento de la litigiosidad tras la llegada de las libertades; pero también ha beneficiado a la delincuencia política en la democracia mientras los gobiernos del bipartito miraban para otros lados: legislatura tras legislatura los gobiernos socialistas y populares han venido desistiendo de la urgencia de la modernización del sistema judicial pese al ingreso del país en la Unión Europea.

Sin embargo, indicios de que la sombra del franquismo ya puede estar perdiendo densidad tampoco faltan: "Si somos un partido moderno no podemos estar en contra, yo soy incapaz de decirle a quien tiene un muerto en la cuneta que no puede llevarle a la tumba", declaró un joven del PP criticando la política de Memoria Histórica del Gobierno de Rajoy en una reunión que las Nuevas Generaciones del Partido Popular celebraron en Córdoba el pasado 23 de abril ("El País", 24). Reunión que, por cierto, tuvo lugar pocos días después de que los dos clientes de avanzada edad del mismo partido disfrutaran de la concesión del tercer grado a Carlos Fabra en una cafetería de Oviedo, como se indica al principio de este artículo. En fin, una celebración de la que casi seguro también discrepará la tercera generación de los vencedores de la maldita Guerra Civil. Afortunadamente.

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