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Camilo José Cela Conde

El día de la marmota

Esa referencia, la del día de la marmota, ha sido utilizada por una de las radios más oídas de España para retratar la situación en la que estábamos desde que se hizo patente que habría nuevas elecciones. Como es harto sabido, el día de la marmota no se refiere a la celebración de los granjeros estadounidenses sino a la película que la convirtió en célebre en la que Bill Murray, enviado por su cadena de televisión a cubrir el festival de Punxstawnwey se despierta cada mañana comprobando que siempre está en el mismo día y con los mismos sucesos.

En el día de la marmota vamos a encontrarnos si la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) acierta. Porque la única esperanza que nos quedaba después de que todos los líderes políticos se llenasen la boca durante meses hablando de pactos, compromisos, renuncias y concesiones para seguir luego erre que erre dispuestos a no llegar a acuerdo alguno es que la repetición de las elecciones sirviese para algo. Que los ciudadanos se pensaran muy bien antes de regalar de nuevo su voto. Pero resulta que no, que el 78,4% de los encuestados por el CIS dice que habría mantenido su elección incluso sabiendo de antemano que el resultado de la llamada a las urnas iba a ser el que fue: un Congreso dividido en el que componer la mayoría necesaria para investir a un presidente de Gobierno se convertía en algo utópico.

Y ahora, ¿qué? Si las encuestas no fallan, más de lo mismo. La tendencia del voto sigue muy parecida a la de diciembre pasado aunque la coalición entre Podemos e Izquierda Unida puede tal vez matizar los resultados. Tanto si eso sucede como si no sucede vamos a encontrarnos de nuevo en la casilla de salida como en el juego de la oca. O en las mañanas de Punxstawnwey.

Los padres de la Constitución, que supieron prever muchas cosas, no imaginaron que íbamos a estar metidos en el día de la marmota. O sí porque, desde luego, el recurso de ir de nuevo a las urnas sólo podremos emplearlo una vez más. La carta magna no dice nada acerca de lo que sucedería si de nuevo el pacto de investidura resulta imposible. No cabe disolver de nuevo las Cortes y montar una tercera cita electoral, así que o bien se consigue formar Gobierno o hay que cambiar la Constitución. Pero para eso, ¡ay!, son necesarias unas Cortes eficaces. Por su parte, el Gobierno en funciones sólo puede prolongar el presupuesto durante un año; transcurrido éste, deja de haber cuentas del Estado, gobierno y funciones. De hecho cabe preguntarse qué queda en pie, salvo la retórica grandilocuente acerca del compromiso, el diálogo y la necesidad de un pacto capaz de llevar a la gobernabilidad estable que hemos oído salir todos los días de la boca de los líderes y de sus portavoces, siempre de manera idéntica a la del día anterior. Con lo que uno no sabe ya dónde quedan los votantes, los partidos, los compromisos y los programas electorales. Sólo tenemos la marmota. Algo es algo.

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