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Cien líneas

Carácter

Menestra y carne gobernada por la Ascensión, que estamos en Oviedo y las cerezas también aunque no sean privativas. Una fiesta con siglos porque la capital de Asturias lo era sobre todo del agro -la inmensa mayoría de la población vivía en el campo- y ahora que todo es al revés queda al menos el eco de un pasado que nunca volverá... bueno, quien sabe, los ecologistas barruntan un regreso a la Edad Media por no decir a las cavernas sea de grado -hay convicciones extrañísimas- o tras una catástrofe global que mejor ni mencionar.

El caso es que Oviedo tiene carácter como se ve incluso en el comer -habría que añadir el Desarme, los carbayones y no se cuántas cosas más- forjado, claro, en la historia.

El lunes se recordará una de esas citas clave: el nueve de mayo de 1808, cuando los ovetenses se levantaron contra el invasor Napoleón. O contra el benefactor como aún dice esa peste de los afrancesados.

Los traidores iban a publicar un bando en la calle Cimadevilla amenazando con la muerte a quien se opusiese y "una mujer María Andallón dio el primer grito: '¡Abajo el imprimido!'. Inmediatamente otra mujer, Joaquina Bobela, añadió: '¡Que no se publique!', y el grito fue repetido por el canónigo Llano Ponte. Mientras el conde de Peñalba y el médico don Manuel Reconco clamaban '¡a las armas!', don Froilán Méndez Vigo rompió el parche del tambor, e incrementándose el alboroto, tuvieron los magistrados que refugiarse en la Audiencia sin haber publicado el bando".

Así éramos, así somos o al menos así deberíamos ser.

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