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Sensatez agnóstica y creyente

Hay algo a lo que no debemos renunciar, ni los que con todo respeto se declaran agnósticos, ni los que con el mismo derecho nos manifestamos como creyentes. Ese algo incluye la cordura, la sensatez, las normas sociales de convivencia, entre las que se incluyen el respeto al protocolo y las buenas maneras; también el conocimiento de la Historia, y el criterio jurídico del Derecho Civil de que la costumbre es fuente de Derecho.

Como es generalmente admitido, una sociedad madura y civilizada se basa en el respeto a los demás, y en el reconocimiento de discrepancias que no lleguen a vulnerar la ley.

La sorprendente propuesta municipal ovetense de "crear una oficina laica para la retirada de símbolos religiosos" (sic) -procedente al parecer del PSOE de Madrid (?)- me parece muy desafortunada, y espero sinceramente que "no pase el filtro del buen juicio" del Alcalde y de los ediles de Oviedo. Es obvio, que ya tiene la atinada discrepancia pública de un sensato concejal de Somos (Sr. Villacampa), como muy bien ha recogido LA NUEVA ESPAÑA el 28 de abril de 2016.

Además de las razones éticas y sociales, que muchos lectores y prestigiosos colaboradores han aportado a nuestro muy estimado periódico, han de añadirse consistentes consideraciones históricas, cuyo desconocimiento es inaceptable entre gente culta, y que en todo caso se puede corregir con simples consultas a los libros o a internet.

De Recaredo (s. VI) acá, el suelo hispano ha sido gobernado por monarquías cristianas, perturbadas por las correrías costeras de los vikingos, expeditivamente resueltas por los reyes astures; la invasión musulmana (711), que costó ocho siglos de guerras, y dos tristes experiencias republicanas (de diez años en conjunto), que se han de conocer bien, y mejor no comentar (segregación en cantones y Guerra Civil).

Quienes fuimos diputados electos en la primera legislatura autonómica asturiana (conservadores, socialistas, comunistas y Grupo Mixto) aceptamos sin problemas que el escudo de Asturias fuese la Cruz de la Victoria sobre campo azul, rematada por la corona de España. Como himno de la comunidad aprobamos el "Asturias, patria querida", de conocimiento universal, con mínimos reparos a algunos párrafos de la letra, como el "tengo que subir al árbol", pero que finalmente todos admitimos por respeto a la tradición de nuestros ancestrales. Un buen ejemplo de sensatez, fraternidad y cordura.

Pero ante la sorpresiva y desafortunada iniciativa -al parecer importada- de retirar los símbolos históricos, que hoy conmociona a toda Asturias desde la capitalidad de Oviedo, he tenido la benedictina paciencia de revisar, uno por uno, los escudos municipales de nuestra comunidad. Y de los 78 ayuntamientos, compruebo que 45 ostentan alguna cruz de forma más o menos notoria: Gijón en el asta que enarbola Pelayo; Sobrescobio luce la Cruz de Santiago. Y, concretamente 36 municipios, es decir, la tercera parte del total, llevan en sus cuarteles la Cruz de los Ángeles en evidente signo de adhesión con Oviedo, que el Consistorio de la capital debe agradecer.

Me cuesta entender la iniciativa iconoclasta del PSOE de Madrid, pero es claro que el Ayuntamiento de Oviedo no debe ni puede aceptarla sin padecer auténtico bochorno.

Por otra parte, parece razonable que las juras de los cargos públicos se hagan ante un ejemplar de la Constitución, que todo español está obligado a respetar, y no ante un crucifijo, porque obviamente a los que juran no les compromete a nada, y a los cristianos no nos garantiza en absoluto que un agnóstico jure ante un símbolo religioso en el que manifiestamente no cree.

Para terminar, he de decir que, desde mi modesto punto de vista personal, como ovetense ostentaré con gusto y orgullo el escudo de mi ciudad, con su Cruz de los Ángeles orlada con los merecidos calificativos de "Muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y noble ciudad de Oviedo" y rematada por la corona de España. Con igual o mayor satisfacción, porque es más amplio su alcance, luciré el entrañable escudo de Asturias, con la Cruz de la Victoria rematada por la corona del reino, y me siento particularmente privilegiado y dichoso de haber recibido en su día la medalla de plata del Principado de manos de la entonces presidenta de la Junta General, doña Laura González, diputada comunista, con el "placet" del Gobierno socialista, cuando yo estaba y estoy ciertamente en sus antípodas políticas, pero nos respetábamos, estimábamos y éramos capaces de llegar a acuerdos en interés de los asturianos, como el que condujo a la creación del Rescate Urgente por Helicóptero, que lleva practicados desde entonces más de siete mil meritorios servicios que hemos de agradecer a los que abnegadamente los realizan, y especialmente a la inteligente y eficiente comprensión del presidente don Pedro de Silva, receptivo a una modesta moción o proposición no de ley que yo le formulé desde la oposición. Hace treinta y cinco años todavía nos entendíamos. Animo cordialmente a todos los actuales diputados a seguir este satisfactorio camino.

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