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Fernando Granda

Bombardeos y muros de la civilización occidental

La civilización es el estadio de progreso material, social, cultural y político propio de las sociedades más avanzadas, según define la Real Academia Española. Triste enunciación de una realidad. Después de siglos y siglos de existencia da la impresión de que cada vez estamos menos civilizados, nuestro progreso social y cultural es pura farsa, lo que volviendo a la RAE significa obra dramática desarreglada y grotesca. Es decir, seguimos matando, denigrando, despreciando cruelmente a las personas, a nuestra propia naturaleza. Dos de los ejemplos más actuales son los bombardeos a hospitales en el Oriente Próximo y el brutal trato a los refugiados que huyen de esas ruines guerras.

El pasado día 27 de abril fue bombardeado en Alepo, la casi destruida segunda ciudad siria, un hospital apoyado por Médicos Sin Fronteras (MSF) en el que murieron decenas de personas. Todo un símbolo de nuestra descivilización porque esta agresión mezquina ha de sumarse a otras muchas realizadas en Siria, donde en 2015 nada menos que "63 centros médicos apoyados por MSF sufrieron 94 ataques", que se dice pronto, mientras en Yemen "las estructuras sanitarias han recibido 130 ataques". Sin olvidar la destrucción el pasado octubre del hospital que la ONG atendía en la localidad afgana de Kunduz. Para hacernos una idea, el promedio fue el bombardeo de una instalación médica apoyada por dicha organización humanitaria "cada semana en Siria durante 2015 y las primeras seis semanas de 2016". A esas destrucciones se añaden otras realizadas en países de África.

En el Consejo de Seguridad de la ONU ha sido presentada una resolución que debe "garantizar que hospitales, pacientes y civiles en zonas de guerra no sean blanco de ataques". Claro que las resoluciones de Naciones Unidas suelen ser humo de pajas -solamente hay que fijarse en cuántas ha cumplido, por ejemplo, Israel respecto a la situación en Palestina- porque generalmente no se consuman. Y las intervenciones de su secretario general, Ban Ki-moon, son meras súplicas. Su última acción fue declararse "preocupado" ante el Parlamento austriaco por la adopción en Europa de unas políticas "cada vez más restrictivas" respecto a los refugiados. Lo mismo ocurre con la "grave preocupación" manifestada por la Comisión Europea sobre las medidas que pondrá en práctica el Gobierno de Austria. Medidas similares a las adoptadas ya por otros gobiernos de la Unión Europea.

Se condenó durante largos años el denostado Muro de Berlín, afortunadamente ya caído y hoy objeto de visitas turísticas. Pero permanecen otros muros parejos como el que separa las fincas usurpadas por Israel a poblaciones palestinas. Y se proyectan otros muchos. Además de los miles de kilómetros, en parte ya levantados, que proyecta Donald Trump en el sur de Estados Unidos. O los numerosos alzados en los límites de los territorios de los países europeos para impedir el paso de los huidos de las guerras y las atrocidades perpetradas en Siria, Irak, Afganistán, Yemen, Eritrea, Somalia, Sudán del Sur, Libia? Bloques de cemento, altas alambradas, muchas de ellas con cuchillas o las famosas concertinas de las vallas de Melilla, recorren ya largas fronteras entre Hungría, Serbia, Macedonia, Bulgaria, Albania, Grecia? "una lección de geografía" política, como calificó Boyko Borissov, primer ministro búlgaro, cuando recorría junto al premier británico, David Cameron, entre alabanzas de éste, el muro entre Bulgaria y Turquía en Losovo.

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