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La tauromaquia según Vicent

Todos los años por estas fechas el escritor levantino Manuel Vicent dedica una de sus columnas a denigrar las corridas de toros, en su opinión un espectáculo bárbaro y sangriento que convendría eliminar de nuestro repertorio costumbrista si queremos merecer el título de país civilizado. El artículo de Vicent se ha convertido en un acontecimiento literario y todas las primaveras, cuando comienza la larga Feria de San Isidro, taurinos y antitaurinos esperan su publicación para conocer cuál es el argumento que utiliza para ganar adeptos a su causa. En esta ocasión, el pretexto fue una anécdota atribuida al escritor norteamericano Ernest Hemingway, que, como se sabe, era un gran aficionado a la llamada "fiesta nacional". Al parecer, el autor de "Por quién doblan las campanas", "El viejo y el mar" y tantas otras obras famosas estaba de sobremesa en un restaurante pamplonés haciendo tiempo para acudir a una de las corridas de San Fermín en compañía de "unos aduladores igualmente borrachos", según cree saber Vicent. En esto pasó por delante una reata de mulas de las utilizadas para arrastrar a los toros tras su muerte en la plaza y el ruido de las campanillas llamó la atención del escritor, que salió a la calle con una botella de Coca-Cola en la mano. Acto seguido, paró a la comitiva y le dio de beber el refresco a una de las mulas en medio del jolgorio de las peñas.

Contemplado a muchos años vista, el espectáculo de un Hemingway borracho dándole de beber Coca-Cola a una mula de las de arrastrar toros al desolladero, le parece al escritor levantino una imagen que simbolizaba la definitiva e imparable decadencia de esa fiesta sangrienta. "La decadencia de este rito bárbaro de acuchillar reses bravas en público -escribe- en medio del jolgorio es ya imparable. Felizmente las plazas de toros pronto serán mostradas por las guías de turismo como espacios donde antiguamente se celebraba una carnicería, que algunos llamaban cultura cuando no era más que una mezcla sustancial de mugre, sangre, muerte, señoritismo y caspa".

Bien, la profecía de Manuel Vicent está por cumplir y en esto hay opiniones para todos los gustos, desde los que consideran que las corridas de toros son una salvajada hasta los que pretenden buscarles un sitio entre las bellas artes. De hecho, algunos de nuestros mejores escritores (Bergamín, Lorca, Ortega y Gasset, Chaves Nogales, etcétera) fueron buenos aficionados a los toros. En su libro "La claridad del toreo", Bergamín, que quiso establecer una correlación íntima entre el fenómeno político y el taurino, nos recuerda que Ortega decía que "iba a los toros cuando quería saber cómo iban las cosas en España". Y algunos otros, como Josep Pla, reconocen que aunque el espectáculo no les gusta por su crueldad acaba por fascinarlos y dejarlos insensibles. "Al final -escribe- vería morir a un amigo en la plaza y su muerte me dejaría frío".

Por cierto que en opinión del escritor gerundense Ernest Hemingway escribió el mejor libro que él haya conocido sobre tauromaquia. En él se incluye un diccionario en inglés sobre palabras de mayor uso. Por ejemplo, cojones: "Testicles; a valorous bullfigther is said to be pleinfully equiped with these. In a cowardy bullfigther they are said to be absent".

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