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Clave de sol

Sólo queda el mal menor

Este tiempo de incertidumbre ha - servido para clarificar posturas

Sorprende la insistencia del renovado candidato socialista en demonizar al hegemónico y casi único partido de la derecha democrática en España. Pienso que semejante obsesión ha resultado artificiosa y ha perjudicado al propio Pedro Sánchez. Los votos lo dicen y lo revelarán sin duda. Es verdad que el propio PP no ha sido capaz de quitarse de encima el pretendido sambenito de una derecha supuestamente ultra o franquista residual que no tiene vigencia en absoluto.

Por eso el partido matiza su situación en el espectro político con el previo añadido de un centrismo a mi juicio carente de dimensión, dando así la razón a quienes no quieren ver en una derecha moderna ningún carácter social. Una derecha que, todo hay que decirlo, no ha defendido bien su legitimidad democrática, tan respetable como cualquier otra opción y más que la de algunos jóvenes antisistema. Los mismos que han irrumpido en el juego político actual camuflados como demócratas con una asombrosa verbosidad propagandística demasiado explotada por los medios informativos.

Convengamos en que ciertos desencantados con la única derecha democrática de que disponemos se han pasado al partido de Rivera. Supongo que muchos de ellos no del todo conformes con el inmovilismo de Rajoy ante las zapateristas leyes de la Memoria Histórica y del Aborto, su tancredismo buenista frente al creciente desafío catalán y el abandono de cualquier objetivo que no fuera el casi exclusivamente económico, en el que, reconozcámoslo, se han logrado resultados positivos. Sin duda habrá un cierto movimiento de retorno.

El sobrevenido líder de Ciudadanos, que parecía supuestamente representante de la nueva derecha, ha demostrado ser a la vez carne y pescado con su apoyo a candidatos de la izquierda, como en Sevilla y Granada, aparte de su acuerdo firmado con Pedro Sánchez. Este tiempo que hemos pasado en la incertidumbre no ha sido perdido pues ha servido por lo menos para clarificar posturas.

Y ello porque ha contribuido a poner a cada uno en su sitio: la decadencia de una izquierda inmovilista, el anticuado totalitarismo de algunas formaciones emergentes y aún la, a mi modo de ver, relativa recuperación popular que se afianzará en función del eventual abandono de esa actitud de hacerse perdonar la defensa de unos valores en los que cree por lo menos la mitad de los españoles.

¿A qué llamamos valores? Pues en este caso un catálogo que empieza con la defensa de la unidad de España sin fisuras, la cultura de la vida, la libre iniciativa, la libertad de creencias y opinión, el europeísmo, el respeto a las leyes y su cumplimiento, la protección de la cultura, la seguridad y por ahí seguido. Además, por supuesto, del rechazo a todo revanchismo y el archivo definitivo de la guerra civil.

Que esto lo encarne de veras un renacido Partido Popular es una incógnita, pero cuantos así pensamos, y merecemos por ello el democrático respeto, no vamos a tener hoy otra opción viable que aceptar el mal menor.

Es lo que hay.

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