La noticia correspondiente a esta semana sobre la extensa corrupción en el Partido Popular se refiere a denuncia de la Fiscalía contra el exdiputado Vicente Martínez Pujalte y la exsenadora Ana Torme por los presuntos delitos de falsedad documental y cohecho al recibir ciertos dinerillos de una constructora. Nada nuevo bajo el sol, o sea, que algo así viene a ser la unidad mínima de corrupción y poca cosa en comparación con otras magníficas tramas que los políticos del PP saben poner en marcha con industrioso empeño. Por ejemplo, en estas fechas también desfila ante el juez el exdiputado Pedro Gómez de la Serna por el caso del cobro de supuestas comisiones por conseguir contratos públicos para empresas españolas en Argelia. Y así, casito a casito, el grueso volumen de la corrupción en el PP ya alcanza un número de capítulos inenarrable. Sin embargo, es curioso como en el partido parecen haber alcanzado cierto nivel de indiferencia y, por supuesto, de poca o ninguna comunicación al respecto. Es como si en el PP hubieran roto la barrera del sonido y Rajoy se dedicara exclusivamente a cantar sus ventajas para ser votado, como la de su experiencia a los mandos de un país. Pero a la derecha pocas novedades señalan los sondeos con respecto al pasado diciembre. Hablan en general de cierto descenso de votantes, lo que significa que habrá más gente que se quede en casa. En cambio, la zona caliente está a la izquierda, con el PSOE dando indicios de parálisis, mientras Podemos le pone el capote de ir juntos en las listas del Senado, algo que a Pedro Sánchez le ha parecido horroroso. Ciertamente, tras subalianza con Izquierda Unida, la formación de Pablo Iglesias se muestra crecida. Tienen el problema de casar la lista aquí, en Asturias, y lo que estará en juego es si sacrifican esta parte del país al conjunto del pacto, o lo contrario que parece muy difícil.
