Ni chinos ni rusos han presentado ofertas para comprar las dos parcelas del plan de vías que han sido expuestas al mercado. Por tanto, si esas dos especies de compradores de todo lo que se vende en el mundo no han prestado atención a la hermosa oferta gijonesa -perdonen ustedes por la expresión-, podemos darnos por ciscados. Esa sería la versión fuerte del asunto, porque la más blanda señala a Fomento, ese ente que en un principio fió toda la operación a lo que se pudiera obtener en plusvalías del suelo, y que más tarde rectificó un poquito, y que ahora mismo tiene a la ministra Ana Pastor encerrada en sus oficinas, por aquello de que el Gobierno se halla en funciones. Pues bien, de acuerdo con la consigna inicial de que en Gijón se hará lo que permita el mercado inmobiliario, la conclusión inmediata es sencilla: nada. Pero no nos vamos a poner trágicos, porque otra opción que podría manejar Fomento es la de pedirnos más paciencia -¿todavía más?-, de manera que si dentro de un par de años, o de un lustro, o de una década, se logra la venta de todas las parcelas, en ese momento podrá comenzar la magna operación gijonesa. Total, el célebre túnel de la risa -del Parrochu a Somió- lleva ya una década concluido e inactivo. Si en el Ministerio y aledaños no se ha puesto colorado nadie todavía, ya no habrá desgracia alguna que les conturbe. Ahora bien, Pastor rectificó un poquito y dijo que las administraciones pondrían parte de la pasta. En tal caso, la cosa es sencilla: si esperamos que en el plazo de un año esto comience, tendrán que ponerla toda. Salvo aparición de rusos o chinos.