La Universidad intenta captar alumnos chinos porque los asturianos no son suficientes mientras el Principado, titular de la institución académica, se muestra incapaz de dar facilidades para que el joven talento de aquí pueda completar su formación fuera. LA NUEVA ESPAÑA informó esta semana de que la élite científica regional está teniendo que costearse sus estancias en el extranjero como consecuencia de la demora de las becas "Severo Ochoa". "Por el momento no hay fecha" para la convocatoria, respondió la Consejería de Educación ante las críticas de los doctorandos. Como si la cosa no fuera con ella.

El Principado ofrece a los estudiantes que concluyen los estudios universitarios y desean ampliar su formación en otros países dos tipos de ayudas. Las "Severo Ochoa", becas de alto nivel para realizar investigación orientada a la preparación de la tesis, y las "Clarín", para potenciar los trabajos posdoctorales en centros de excelencia. A estos programas se suman otros nacionales, europeos, orientados a la incorporación laboral... Una maraña en la que para desenvolverse con éxito hay que armarse de paciencia y ponerle verdaderas ganas por la complejidad de los trámites y la burocracia que llevan pareja.

Las "Severo Ochoa" incluyen dos años de ayuda, que ronda los 920 euros mensuales, y uno o dos de contrato, vinculado a la Universidad o a alguna organización científica, con breves estancias en otros países imprescindibles para optar a la llamada mención internacional de doctorado. Se renuevan cada año, previa superación de estrictos controles para certificar el trabajo realizado. Los beneficiarios de las "Clarín" deben acreditar estancias en centros de investigación extranjeros durante, al menos, veinticuatro meses. La cuestionada gestión de todo ello corresponde a la Ficyt (Fundación para el Fomento en Asturias de la Investigación Científica Aplicada y la Tecnología).

El problema ya no es que las becas sean de una cuantía pequeña en relación a las que se conceden en otros países, donde además la vida resulta especialmente cara para los doctorandos españoles, es que han quedado reducidas a la mínima expresión y se convocan tarde, mal y nunca. Si es que llegan a convocarse. Los investigadores, sin margen para buscar alternativas, ven así estancada su progresión.

El Principado solía reservar unos 100.000 euros anuales para el programa "Severo Ochoa", que alcanzaban para unos 40 jóvenes talentos. 2015 pasó en blanco y ya se da por perdido porque nunca se acumuló dinero de un ejercicio para otro. Y este año las becas aún no han sido convocadas, cuando lo habitual es que salgan entre febrero y abril. Para colmo, se prevé una merma del 92 por ciento en la partida disponible: 7.704 euros que no llegarán ni para media docena de becarios. Tal parece una broma de mal gusto. El consejero Genaro Alonso dijo en marzo que la intención del Gobierno regional era "incrementar el número de ayudas". Palabras que hasta la fecha, y para desesperación de quienes aguardan algún apoyo, han resultado huecas.

El panorama no es tan dramático en el caso de las ayudas "Clarín", aunque tampoco hay que confiarse. El programa tiene financiación plurianual: cerca de 400.000 euros para el periodo 2014-2016 y otros 300.000 para repartir entre 2016 y 2018. Este último desembolso figura en el plan de subvenciones de la Consejería de Educación para este año, pero aún no se ha hecho efectivo. La última vez que se concedieron estas asignaciones hubo 85 peticiones y 34 beneficiarios. En la convocatoria aún por concretar serán una veintena, según las estimaciones del Gobierno regional. El compromiso regional con la ciencia se queda, una vez más, en mera declaración de intenciones.

Dicen que son becas para potenciar la formación, investigación y docencia de predoctorales y posdoctorales, para con ello mejorar el desarrollo científico, tecnológico y social del Principado, pero unas y otras permanecen en un limbo administrativo. La Universidad, sabedora del problema, se lava las manos. Ni antes con el equipo rectoral saliente ni ahora con el entrante se escucha una voz más alta que otra. Seguramente para no incomodar al Principado, que al fin y al cabo es el que paga los sueldos de la institución académica.

La miopía de los responsables educativos de la región resulta asombrosa. Las ayudas ahora en suspenso van dirigidas a alumnos de doctorado con elevado nivel académico y curricular. Sirven para formar a profesionales altamente cualificados que en el futuro pueden ser profesores de nuestra Universidad o investigadores capaces de arrimar el hombro para sacar a la región de la crisis con sus innovadoras aportaciones. ¿Cómo es posible que, aun en un contexto de fuertes restricciones presupuestarias, no se vean como una inversión prioritaria y de futuro?

El Principado tiene un programa, de nombre "Jovellanos", que pretende evitar la emigración y favorecer el retorno del talento investigador, y que en el periodo 2014-2015 estuvo dotado con casi 455.000 euros. Maltratar a los jóvenes científicos más prometedores poniéndoles obstáculos en la carrera no contribuye precisamente a retener su ingenio. Si entre los suyos no encuentran el apoyo que necesitan cuando están forjando su porvenir, a lo mejor deciden irse para no volver. Y sería una irreparable pérdida, más en una tierra tan envejecida como la asturiana.

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