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Alberto Menéndez

Un respiro

La victoria frente al Mirandés da confianza al Oviedo para la recta final de la temporada

Por fin un partido sin agobios, lo que no quiere decir un partido convincente. No, las lagunas del Oviedo continúan ahí, como se pudo comprobar en el primer tiempo de ayer contra el Mirandés. No en el segundo, es cierto, 45 minutos en los que el equipo azul, tras la consecución del segundo gol, fue muy superior a los burgaleses, e incluso se sobrepuso a sus habituales despistes defensivos, dando una sensación de solidez nada corriente en las últimas semanas.

David Generelo había pedido a sus jugadores una mayor concentración e intensidad en los primeros minutos del partido. Sin lugar a dudas su solicitud fue atendida. Los azules saltaron al césped de Tartiere como no lo hacían desde hacía tiempo, dando una permanente sensación de peligro hasta que Erice logró el primer tanto azul a los cinco minutos. Tuvieron alguna oportunidad más de marcar en las siguientes jugadas, pero después, poco a poco, fueron cediendo en su ímpetu, permitiendo al Mirandés que se hiciera con el control del juego. Tal como se desarrolló el partido en la segunda fase del primer tiempo nada hacía presagiar unos segundos 45 minutos tan tranquilos como los vividos en esta ocasión por la afición oviedista.

El fútbol es pegada y el Oviedo ayer la tuvo. El Mirandés no. Pero, sobre todo, hay que destacar un aspecto del juego azul olvidado en los últimos tiempos: la osadía. Porque ya era hora de que alguien apostase por el riesgo, por la jugada personal, olvidándose de lo previsible y aventurándose a dar entrada a la imaginación. El equipo azul tiene jugadores con capacidad suficiente para afrontar este reto con éxito y lo extraño es que se hubieran olvidado de ello, bien por falta de confianza o, quizás, por el temor de un entrenador demasiado bisoño a animarles a dar un paso al frente a favor de la creatividad.

Borja Valle, Susaeta y Toché encararon a sus marcadores en repetidas ocasiones como hacía ya muchas jornadas, demasiadas, que no lo hacían. Y de esos intentos salieron dos de los cuatro goles azules. Incluso se aventuró a correr la banda Fernández, un lateral hasta ahora dedicado única y exclusivamente a tareas defensivas.

Precisamente por esas jugadas individuales el Oviedo fue ayer menos previsible que en encuentros anteriores y por lo tanto más difícil de controlar por el contrario. Aunque también es cierto que el equipo rival también cuenta, y el Mirandés cometió errores de bulto en las tareas defensivas que facilitaron la labor de los oviedistas.

El Oviedo se mantiene en los puestos altos de la tabla, pero no debe dejarse engañar por un resultado tan abultado como el de ayer. Sería contraproducente.

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