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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

Vendrán comisiones

En su afán natural por seguir acumulando dinero la banca se inclina por la estrategia de conseguirlo sin hacer nada. Esta vez, el cambio de logo y de nombre no es de imagen, sino de contenido. El banco no quiere ser el de antes. No quiere estar en el bajo comercial de su edificio como cuando era dueño de todas las viviendas y la sucursal actuaba como un portero hipotecario de inmueble. Hay menos sucursales y en las que quedan no le quieren ver por allí. El horario es elocuente. La oficina trabaja cara al público sólo cuando el público trabaja. No es una indirecta. Si necesita hacer una gestión, que sea en su horario de trabajo, con cita previa y prisa, sin calentar la silla con su culo. A los jubilados hace años que se les hace tartamudear informáticamente ante el cajero automático. De casa se sale charlado, abuela. Como no puede cobrarla, el banco no da conversación.

El número de oficinas bancarias que quedan se reducirá. En la jerga llaman "integración" a esa desintegración. Gracias a la banca por internet usted ya es su propio cajero. Puede que desconfíe de su propia pericia informática, ¿pero no está más seguro de su honradez para consigo que de la de nadie más? La autogestión bancaria lleva un tiempo que vale un dinero que el banco ahorra. Bien.

El director de la sucursal ya no es, como hasta hace 40 años, una figura que daba crédito como quien impartía justicia ni, como hasta hace diez, el mago de la lámpara de Aladino que te cumplía deseos que ni habías imaginado. Ahora advierte que juega a favor del banco y hasta la intrépida comercial transespecie -un lobo feroz atrapado en un cuerpo de Caperucita- te lee una compresión informada por la que reconoces entender lo poco que te ha podido explicar de lo que te ofrece. Hasta ahí, bien. La cosa es que, después de no dar nada por nada, amenazan con cobrarte comisiones por tu autogestión.

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