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La disolución de la Junta por el Marqués de la Romana

La actuación en Asturias de uno de los generales más célebres del Ejército español, que le ocasionó la enemistad con Jovellanos

En la mañana del 2 de mayo de 1809, D. José O'Donnell, coronel del Regimiento de la Princesa pidió permiso a D. Antonio Prado Valdés, quien ejercía por suplencia la presidencia de la Junta, para entrar en la Sala Capitular de la Catedral. Una vez dentro le hizo entrega del escrito por medio del cual D. Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, general en jefe de los ejércitos de Galicia, Asturias y León, cesaba a todos los miembros de la Junta Superior de Armamento y Defensa de Asturias que sustituía por 9 vocales bajo la presidencia del conde de Agüera.

Acompañaban al coronel dos miembros de la nueva Junta, D. Gregorio Jove y D. Francisco Ordóñez a fin de hacerse cargo de la documentación existente. Mientras esto se lleva a cabo los miembros de la Junta disuelta intercambian escritos con Romana sobre su decisión.

Obviamente el cese es una medida radical y autoritaria, pero no se emplea la fuerza.

La Junta Superior de Armamento y Defensa era el nombre que recibían las Juntas Provinciales constituidas en toda España en mayo-junio de 1808 para la defensa de su territorio, y que una vez constituida la Junta Central Suprema, resignaron en esta la soberanía que se habían atribuido tras la expatriación a Francia de la familia real.

La Junta General del Principado era una asamblea con las características propias del Antiguo Régimen donde se hallaban representados 34 concejos (con un voto entero cada uno sin atender a su población) y 24 obispalías (con un tercio de voto), en el que los elegidos, habitualmente por los Ayuntamientos, eran nobles o hacendados y se reunían en mayo cada tres años bajo la presidencia del Regente de la Audiencia. En el ínterin entre reuniones los asuntos se encomendaba a la Diputación formada por 6 vocales, el alférez mayor (Toreno) y el procurador general.

Se hallaba reunida la Junta asturiana en mayo de 1808 cuando llegan noticias de los sucesos de Madrid, un grupo de personalidades locales que se constituyen en Junta Suprema de Gobierno, dirigen el movimiento popular que culmina con la destitución del recién nombrado capitán General, D, Juan Crisóstomo de la Llave, declaran la guerra a Francia, piden ayuda a Gran Bretaña, deciden crear un ejército? pero casi de inmediato la Junta General asume la dirección del proceso.

Tras Bailén y la huida de José Bonaparte se plantea la creación de una Junta Central, con dos apoderados de cada una de las 17 provinciales, superando así la dispersión a favor de la causa nacional.

En Asturias, con el pretexto de tratar de la reducción de la Junta se eligen apoderados para esta causa que de hecho sustituyen a los anteriores, y eligen representantes en la central a Jovellanos y al marqués de Camposagrado en lo que algún autor considera un pacto por el que a cambio de nombrar a Jovellanos, partidario de la convocatoria de Cortes, Flórez Estrada conviene en ceder el poder local a los notables locales.

Estos, dueños de la Junta se imponen al resto de instituciones locales, Audiencia, Ayuntamientos, Iglesia? y legislan (caso único) restituyendo la exención del servicio militar a la nobleza, controlando la justicia, y designando allegado para los puestos vacantes.

Mientras, el marqués de la Romana, posiblemente el más ilustrado de los generales españoles del momento, se hallaba entre Galicia y Portugal al frente de un minúsculo ejército de soldados, semidesnudos, descalzos y desarmados, evitando confrontarse con los franceses, pero manteniendo una amenaza que combinada con su impulso a la guerrilla concluye en el desalojo de Galicia.

Cuando acude a Asturias en demanda de tropas y suministros se encontró a la Junta acostumbrada a mandar y legislar, resistiéndose a desempeñar el papel secundario que la Instrucción de 1 de enero de 1809 le atribuía. Las relaciones son malas como ya preveía Jovellanos y concluyen con el cese de los vocales. Pocos días después, el 17 de mayo, los franceses invaden el Principado, y las tropas asturianas se incorporan al ejército nacional.

¿Qué razones adujo Romana? En su Edicto o Proclama del 2 de mayo, que detalló en su Manifiesto de diciembre, el general explica que le habían llegado protestas desde Asturias sobre la actuación de la Junta a las que no prestó atención, y fueron aumentando a medida que se aproximaba al Principado y pudo constatar que la Junta asturiana no coadyuvaba como debía al esfuerzo de la guerra, pese a la generosa ayuda británica recibida. La queja de Parker Carrol enviado británico, que critica la pasividad de la Junta reteniendo a sus tropas en la frontera es esencial.

Considera que "formada por la intriga y prepotencia de algunos, la Junta estaba al servicio de los intereses particulares de quienes la integraban" y su actuación fue arbitraria, tanto en lo militar, como en las exacciones tributarias. Por ello abandonó sus obligaciones y se aplicó a regular ámbitos distintos de su objeto. Lejos de respetar y hacer cumplir la legislación vigente, se dedicó a modificarla abusando de su autoridad, manteniendo su carácter soberano aún después de constituida la Junta Central, usando de la fuerza, y marginando a la Audiencia, y al resto de instituciones y privando a los Ayuntamientos de facultades con el nombramiento de gobernadores militares.

Al conocer de los hechos, Jovellanos y Camposagrado manifestaron su indignación contra Romana, a la que se sumó Flórez Estrada y pidieron al reposición de la Junta "constitucional" (histórica) disuelta que para ellos era la General y no la de Armamento, a lo que se negó la Central, remitiendo a Asturias a dos comisionados, Arce y Leiva, militar uno, jurista el otro, para que averiguaran los hechos y emitieran un informe, que llega a finales de agosto de 1810 confirmando las apreciaciones de Romana, pero ya es tarde, a nadie interesa el tema y acaba archivándose. Más adelante los liberales evitan restaurar estas antiguas instituciones en aras a la unidad constitucional.

La versión que había llegado hasta nosotros era la de Jovellanos o Toreno, críticos con Romana. Gracias a los cuidados de sucesivas generaciones de archiveros los documentos que el incidente generó han llegado a nuestros días y pueden consultarse en el Archivo Histórico Nacional a través de Internet. Con estas mimbres se han editado dos libros, uno de la Junta General de contenido estrictamente documental, otro de la Fundación Instituto de Empresa, que preside el actual marqués de la Romana que contextualiza la documentación. En ellos podrá el lector hallar las claves de este proceso que enfrentó a dos protagonistas de los primeros años de nuestra guerra de la Independencia, Jovellanos y Romana, antes amigos.

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