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andres montes

Exceso de pasado

La querencia política por el pasado, un rasgo que comparten los de siempre y los recién llegados, retrata a un país todavía más viejo en lo anímico que en lo demográfico.

La transición mantiene intacta la fuerza de lo iniciático, actúa como una suerte de impronta democrática, de momento de eclosión al que se vuelve de continuo como asidero en tiempos confusos. Sánchez recurre como invocación mágica a las palabras con las que Suárez se comprometía a establecer un nuevo marco político. Antes que Sánchez, Albert Rivera, el más nuevo de entre los nuevos, ya se colocaba bajo el aura de aquel para el que todos los reconocimientos fueron tardíos.

Cuando sale a pasear el espíritu de esa idílica Transición se olvida de inmediato que fue una época más confusa que ésta, más sangrienta, en la que se vivía bastante peor, y que nada tiene que ver con lo de ahora por más duro que resulte este momento. Al mirar hacia esa idealización del mundo de cuando él tenía cinco años Sánchez lo que intenta es que la franja de edad en la que se asientan sus votantes más fieles, y aquellos que habiéndolo hecho alguna vez desearían votar de nuevo al PSOE, los mayores cincuenta años, recuerden un tiempo en el que muchas de sus ilusiones todavía estaban intactas aunque el país tuviera poco de memorable.

En esa misma tendencia del "vintage" político, la nueva izquierda quiere reeditar el "anguitazo" nunca consumado. Y a ser posible que el propio padre del invento vaya en sus listas como un símbolo que sume el voto nostálgico al de los recién llegados. En el colmo de esa usurpación de la identidad histórica, Podemos se atreve incluso a mentarle a Pasionaria a IU en Asturias para agravar la vejación de las listas.

Excesivo, y estéril, baño de pasado cuando todos debieran estar volcados en la búsqueda de algo distinto, tras la comprobación de que los caminos de siempre no conducen a ninguna parte.

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