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Venezuela y el efecto Zapatero

Tras resistir a la caída del precio del petróleo, a los desastres de su propia gestión y a una clamorosa derrota electoral, el presidente Nicolás Maduro afronta ahora su más difícil reto en Venezuela. Hablamos de la visita, inesperada y acaso letal, de José Luis (R.) Zapatero. El expresidente español ha viajado a Caracas con el propósito, benemérito, de apaciguar los ánimos en un país que se viene abajo entre el ruido de sables y el estado de excepción decretado por el heredero de Chávez. Maduro parece considerar que el pueblo no está a la altura de su Gobierno y, en consecuencia, pretende que el pueblo dimita. A su vez, la oposición, ganadora de los últimos comicios, sostiene la asombrosa idea de que es el presidente, en realidad, quien debe marcharse.

Llegados a este punto entra en escena Zapatero con un papel de pacificador quizá comparable al de aquel primer ministro Godoy ennoblecido por su valedor Carlos IV con el título de Príncipe de la Paz. Mucho es de temer que Maduro no sobreviva -políticamente- al influjo del exgobernante español. No es que Zapatero carezca de habilidades diplomáticas. Su apuesta por la paz y el buen rollito le llevó en su día a promover una Alianza de Civilizaciones que, por desgracia, ha embarrancado en los escollos del ISIS y la difícil relación de la UE con Turquía. Pero eso le puede pasar a cualquiera.

Lo enojoso del asunto es la fama de gafe que sus adversarios se han empeñado en colgarle al expresidente del Gobierno. No se trata de que dejase a España al borde de la quiebra por su obstinación en ignorar la crisis. Más allá de ese detalle, que también pudiera deberse a la impericia, los expertos en ciencias ocultas apoyan su teoría en las desdichas que afligieron a todos aquellos políticos con los que Zapatero estableció algún grado de intimidad. Baste citar a la candidata a la presidencia de Francia, Segolène Royal, derrotada por Nicholas Sarkozy después de recibir el apoyo entusiasta del entonces presidente del Gobierno español. Royal incurrió en la temeridad de aludir en sus mítines al "modelo español" de desarrollo representado por Zapatero, con las consecuencias que eran de prever.

Otro tanto ocurrió en unas elecciones regionales en Alemania, cuando el primer ministro español prestó apoyo a su colega socialdemócrata Gerard Schröder. El partido de Schröder sufrió una espectacular derrota que llevaría al entonces canciller a perder su cargo en los siguientes comicios para ser sustituido por Ángela Merkel, que ahí sigue. Zapatero exhibió grandes dotes de analista político al calificar a Merkel de "fracasada".

Con tales precedentes, la visita del expresidente español a Venezuela invita a pensar que tal vez Maduro pueda ser víctima del efecto Zapatero. Si tal ocurriese, el jefe del Gobierno venezolano seguiría atribuyendo su desgracia al imperialismo yanqui, al eje Miami-Madrid-Bogotá y a los perversos oligarcas; pero qué va. Más bien debiera consultar a su pajarito de cabecera sobre los gafes. Igual no existen, pero haberlos, haylos.

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