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Sol y sombra

Escándalo nacional

El gran escándalo nacional por el veto a las esteladas en el Calderón parece haberse diluido como un azucarillo en el café servido por un juez. Es de suponer, alimentadas las expectativas por la controvertida prohibición, que haya más banderas que nunca en la final de la Copa del Rey, un asunto este que deja a la mitad de las personas cuerdas perpleja y a la otra mitad, estupefacta.

El juez que se ha pronunciado ha dicho, en contra de lo que opina la Fiscalía, que no resulta probado que la exhibición de las dichosas banderas independentistas catalanas incite a la violencia, el racismo y la xenofobia o cualquier otra discriminación que "atente contra la dignidad humana". Algo que a simple a vista no parece del todo descabellado. El fiscal, en su escrito contra el recurso de los abogados, había mantenido que no se justifica un "perjuicio irreparable a la libertad de expresión" para tener que suspender la prohibición exhibicionista. Lo que bien visto, y dada la trascendencia que para el desenvolvimiento libre del individuo supone desplegar una bandera, la que sea, en un partido de fútbol, también resulta bastante razonable. Es decir, el debate no debería siquiera haberse planteado.

La libertad de expresión es un asunto serio. Se trata de un derecho constitucional. El problema es que los que la invocan para poder exhibir sus banderas en la final de la Copa son los mismos intolerantes que retiran las banderas del prójimo de los balcones de los ayuntamientos y silban el himno nacional cuando llega la ocasión. Para ellos la libertad de expresión es la ley del embudo.

En fin, visto para sentencia el caso de las esteladas este país se seguirá dedicando mañana a las tonterías de siempre.

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