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Tordesillas: Toro de la Vega, adiós a la tortura

Hay ocasiones en que, aunque esté lloviendo a mares y sin conocer la razón, amanece la jornada más luminosa y alegre que de costumbre. Parece como si unos minutos antes de saltar de la cama nos hubieran inyectado una dosis de optimismo. Fue lo que me sucedió el pasado día cuando los dioses me obsequiaron con una ansiada y no esperada noticia. Como cada día, lo primero que hago nada más levantarme es recoger LA NUEVA ESPAÑA de la puerta y, a toda prisa, le doy la primera ojeada. Poco faltó para que me saltaran las lágrimas cuando leo que la Junta de Castilla y León, al fin, ha prohibido la muerte al Toro de la Vega. Al ser un lugar que produce vergüenza he de situarlo geográficamente para que ni se acerquen: Tordesillas, Valladolid; por cierto, aldea a la que he prometido no volver en la vida.

Hace bastantes años que, casi todos los setiembres, dedico un artículo a este indigno homenaje a la crueldad que dicho pueblo castellano ha instituido hace más de cinco siglos y que celebra cada año en nombre de la tradición. ¡Cómo será de inhumano que hasta Franco lo suprimió unos cuantos años! Quizás sea porque en Tordesillas no conozcan lo que significan palabras como Cultura, Sentimientos, Ética, Sensibilidad (con mayúscula) y adoren tortura, violencia y sangre. ¿O es que nada han avanzado desde tiempos de Almanzor?

Pues, miren ustedes, estoy orgulloso de haber aportado varios granitos de arena que, sumados a centenares de miles de peticiones de personas de bien, han (hemos) logrado poner fin a este denigrante espectáculo; preclaro símbolo de atraso intelectual y cultural que lo único que revela son instintos irracionales. Así se ha de denominar a todos aquellos que en nombre de las costumbres quieren hacernos retornar a siniestras costumbres medievales: por ejemplo alcalde tordesillano y demás ralea a los que la cabeza no les da más que para "sostenella y no enmendalla".

Estoy de acuerdo con todos ustedes en que todavía queda mucho camino por recorrer para abolir, en nuestra anciana piel de toro y de una vez por todas, el maltrato animal. Pero este decreto que impide lancear y matar al noble astado es un gran paso a favor de la cordura, aunque no impedirá el sufrimiento de un pobre animal que, sin comprender por qué, contempla aterrorizado cómo cerca de 30.000 energúmenos descerebrados vociferan tras él.

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