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Fernando Granda

Nuestra Prehistoria puede ser provechosa

El inefable expresidente de Cantabria Juan Hormaechea, antes de estar al frente del Ejecutivo regional, ya quiso comprar para Santander el original zoo de Santillana. José Ignacio Pardo de Santayana, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos pero más amigo de los animales que de las grandes obras, había montado en dos prados cruzados por un pequeño riachuelo un curioso zoológico en las afueras del turístico pueblo medieval y conseguía atraer a una gran cantidad de visitantes. Era poco más que un cercado artesanal hecho con su cariño a los bichos, muchos de los cuales había capturado vivos él mismo en los contornos cántabros, especialmente una curiosa variedad de anátidas, que le daban un ambiente eminentemente natural al recinto. El regidor municipal y luego regional deseaba instalar en la península de la Magdalena un parque de este tipo pero Pardo de Santayana estaba encantado con su palenque en el que acababa de ubicar un bisonte que recordaba a los protagonistas de la vecina cueva de Altamira y se negó a los cantos de sirena de Hormaechea. Años más tarde, tras fuerte inversión, consiguió éste el éxito turístico con Cabárceno, donde animales foráneos campan con cierta libertad por un antiguo valle minero.

Asturias, con un paisaje y una historia similares, con huellas prehistóricas por todas partes y una creciente vocación turística debería buscar recursos así a la vez que más económicos. Hace unas semanas LA NUEVA ESPAÑA publicaba a modo de póster unas preciosas acuarelas del paleontólogo avilesino Diego Álvarez Lao, profesor en el departamento de Geología de la Universidad de Oviedo, en las que se mostraba una serie de animales que en los umbrales de nuestra región habían habitado estas tierras. Y Luis Mario Arce explicaba en pequeños textos una sucinta situación de estas bestias de la Edad del Hielo. Recuperar estos arcaicos habitantes ahora puede parecer una quimera, al menos a parte de ellos, pues algunos se extinguieron hace miles de años, pero otros han tenido una evolución hasta nuestros días y son recuperables con un mínimo esfuerzo. Se está logrando en otras comunidades. Ya no habría posibilidad de repoblar campos con rinocerontes o mamuts lanudos o el Megaloceros, un ciervo gigante de enorme cornamenta, aunque resistió en Rusia hasta hace 7.000 años, pero desapareció de la Cornisa Cantábrica hace 28.000; leones o hienas no merece la pena reambientarlos dada su proliferación en todos los parques zoológicos del Planeta. Sin embargo miembros de aquella lejana fauna podrían adaptarse al terreno astur casi deshabitado o en avanzado despoblamiento.

Osos, lobos, diversas aves rapaces y algunos équidos y cérvidos autóctonos y en peligro de extinción ya habitan varias zonas de nuestra geografía y son objeto de avistamiento por los visitantes del Paraíso Natural. Bisontes, caballos y diversos rumiantes ancestrales están siendo recuperados y reaclimatados en semilibertad en otras comunidades. Asturias tiene un 72% de su superficie de monte (algo más de 760.000 hectáreas) y solamente un 19,6% es terreno de cultivo y en su mayoría pradería. Estudiosos del clima, de la ecología, de la economía, de la agricultura y la alimentación, entre ellos la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), recomiendan e invitan a mantener animales en las zonas forestales porque limpian los bosques de forma natural y evitan los incendios.

Se han hecho pruebas en distintas zonas del Principado para establecer rebaños de estos antiguos pobladores. Se estudian praderías y bosques en el Alto Nalón como Caleao, en Quirós y Teverga, donde se ubica el Parque de la Prehistoria, en concejos como Allande o del Suroccidente de la comunidad, todos eminentemente rurales y sin gran desarrollo industrial. Son terrenos ideales para recibir cabañas de bisontes, caballos tarpanes, uros, etcétera. Atapuerca, zonas de Álava, Aragón, Andalucía o Extremadura ya albergan algunos de estos rebaños. Son imanes para el turismo que busca naturaleza.

El riojano Barranco Perdido, el turolense Dinópilis, el jienense Terra Oleum o el Bosque Encantado de la sierra oeste madrileña, por ejemplo, dedicados a temas prehistóricos o de la Naturaleza, no harían sombra a un recinto asturiano con estos animales prehistóricos. Sobre todo si se organiza por naturalistas equipados con la tecnología actual, donde los trabajadores laboren en un ambiente sin el estrés ciudadano ni la presión de la burocracia, con la innovadora internet de las cosas.

Es decir, aprovechar el tirón de titulares como éste: "Los tres pueblos más buscados en turismo rural están en Asturias", de una información reciente que señalaba que Llanes, Cangas de Onís y Villaviciosa eran los más reclamados en los buscadores de internet y fijaban el Camino de Santiago como el preferido, seguido por la zona del Oriente y la costa asturianos.

Si siete de cada diez asturianos ya viven en zonas urbanas, como informaba el recuento de población de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales, parece hora de tomar decisiones que reparen el abandono del campo y recuperen actividades que lo salven de su relegación, su orfandad y su peligrosa abdicación productiva. La iniciativa para traer rebaños de nuestras bestias ancestrales ya cuenta con apoyo de importantes organismos europeos. Es más, leo en lne.es, la web de este periódico (https://www.lne.es/asturias/2016/05/16/region-subvencionara-jovenes-paro-instalen/1927292.html), que "Los jóvenes en paro que decidan crear una empresa en el medio rural asturiano recibirán 25.000 euros de los fondos europeos "Leader". Pues, ánimo, manos a la obra.

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