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Cien líneas

Docena

Florentino Pérez ganó la docena cuando aún sus chicos estaban levantando la orejona de la oncena al afirmar rotundo: "quiero dedicar esta copa a los aficionados de Irak, les echamos ahora de menos. Les doy mi cariño y agradecimiento a los que perdieron la vida y a los que están allí extendiendo el madridismo".

Y es que el pasado día 13, en la ciudad irakí de Balad, un comando del Estado Islámico entró a tiros en el café Furat, sede de la peña Irak Blancos, asesinó a 12 jóvenes seguidores de Cristiano Ronaldo y compañía y dejó mal heridos a otros veinte.

El gesto de Pérez es fundamental -de fundamentos, quiero decir- por lo que tiene de humano, porque apunta a la realidad de un equipo global como el Real -el mejor del mundo con muchísima diferencia- y porque recuerda que mataron a los irakíes por ser aficionados al fútbol y de un equipo de infieles que tal es como se las gasta esa gentuza.

Dicho de otra manera, el balompié, sin duda el espectáculo rey y a más, es un arma ideológica de primerísima magnitud de manera que con un balón se pueden ganar espacios de libertad mucho más extensos que con una Universidad o un medio de comunicación que eran hasta la fecha los dos vectores más eficaces contra la cerrazón y sus peores derivadas.

España es el país con el mejor fútbol del planeta y, por cierto, con el idioma con más hablantes nativos del orbe. Nada nos falta para ser de nuevo una gran potencial global.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente "Tantum ergo", de Kodály).

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