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Joaquín Rábago

El miedo del PSOE a una alianza de izquierdas

Parecen temer los socialistas a Podemos como huye el diablo del agua bendita. Y no se atreven a decir qué harán si el partido de Pablo Iglesias logra, en combinación esta vez con IU, el sorpasso que tanto anhela. ¿Preferirían los primeros como mal menor una gran alianza a la alemana con el PP, que tratarían de justificar argumentando lo ocurrido en Grecia con Syriza y lamentando las imposiciones de Europa y los mercados?

No se cansan desde el fracaso electoral de culpar a los de Podemos de que Mariano Rajoy siga en La Moncloa, de haber bloqueado en su momento la posibilidad de cambio. Nunca reconocerán que fue en buena parte su estrategia de llegar a un acuerdo con Ciudadanos, el partido al que muchos califican de "marca blanca" del PP, lo que frustró esa posibilidad.

Claro que se puede responsabilizar también a Iglesias de haberlo estropeado antes todo con su insufrible prepotencia. Parece evidente que el líder de Podemos se lo sirvió en bandeja a Pedro Sánchez.

Ahora, cuando toca repetir elecciones, las cosas parecen en cualquier caso más claras: Ciudadanos, el partido con vocación de bisagra de Albert Rivera, se siente mucho más cómodo con el PP, al que no dudará en mantener, si hace falta, en el poder tras imponerle algunas condiciones.

Mientras tanto, el inefable presidente del Gobierno en funciones sigue haciendo lo que mejor sabe hacer - es decir, nada-, y su inacción, frustrante para muchos, parece terminar dándole el apetecido resultado.

Son tantos los casos de corrupción que han salido a la luz gracias a la justicia y a la labor de algunos medios que el público parece ya curado de espanto y como inmunizado frente a todo. Si hemos de creer los sondeos y por increíble que pueda parecernos, el PP será una vez más el partido más votado. En cualquier país normal, lo que ya se conoce de sus acciones y omisiones durante los últimos cuatro años habría provocado una campaña de indignación y forzado dimisiones en cadena, empezando por la del máximo responsable. Pero el nuestro no es a todas luces un país normal.

Y el inquilino de la Moncloa puede fumarse tranquilamente un puro en la confianza de que tendría que producirse un cataclismo electoral para expulsarle del puesto que ocupa y al que intentará por todos los medios seguir aferrado.

Puede ayudarle a conseguir su objetivo la abstención que pronostican y que afectará sin duda más a la izquierda, mucho más crítica siempre con los suyos y menos ideologizada que la derecha, que sabe siempre dónde están sus intereses.

Mientras tanto, en Andalucía, la presidenta Susana Díaz parece decidida a esperar otros cuatro años para dar el salto a la política nacional. Si su correligionario Pedro Sánchez se pega en las urnas un nuevo batacazo, como indican los sondeos, no parece que aquélla vaya a derramar muchas lágrimas.

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