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Clave de sol

Propuestas que ya son viejas

A quienes conocimos las nefastas consecuencias de los totalitarismos en el siglo XX no dejan de sorprendernos los entusiasmos juveniles de quienes parecen ignorar la historia con el intento de repetirla. Suelen ser muchachos intrépidos, de familias instaladas y extracción burguesa, que hacen gala de una locuacidad asombrosa y han conquistado por ello radios, periódicos y televisiones con la consecuencia añadida de la enorme difusión de un mensaje supuestamente atractivo y renovador.

La realidad es otra porque, como he apuntado, las presuntas nuevas propuestas suelen ser viejísimas, enmascaradas en otras formulaciones, pero a mi modo de ver no otra cosa que renovados intentos confiscatorios de libertades personales a favor de lo colectivo con el señuelo de lo asistencial. Es decir, la hipertrofia de lo público con mengua de lo privado. Una especie de paso más hacia la futura conquista del pretendido "mundo feliz" a lo Aldous Huxley.

La simple observación de muchas de las estrenadas realidades municipales, por ejemplo, revela los afanes de esas nuevas corporaciones por ensanchar el campo de sus competencias invadiendo ámbitos ideológicos con imposiciones, limitaciones y prohibiciones en materias absolutamente teñidas de ideología.

Algo parecido en el fondo a los aludidos extremismos de izquierda y derecha que, sobre todo en Europa, causaron en el pasado reciente los mayores desastres de la historia. La familia, la educación, la profesión, las creencias, las convicciones y prioridades personales quedan así subordinadas a una política dictatorial y a menudo ajena que no respeta lo que es legítimamente privativo.

Ayer, precisamente, publicaba nuestro periódico la carta de una lectora gijonesa en la que glosaba la afirmación de una exdiputada en el sentido de que un niño es educado por toda la tribu? Pero la comunicante puntualiza también que desea elegir esa tribu para sus hijos: que contribuya a su educación en valores, que les escuche, les enseñe normas de conducta, les ayude y les anime. Pero a la vez apunta: "Soy yo quien debe elegir la tribu".

La realidad que se nos ofrece desde la política del momento, que tiende a ser invasora a costa de libertades personales, no parece que trate de facilitar el cumplimiento de tan elementales objetivos. Confiemos en que estos meses de marasmo hayan servido para poner de manifiesto el verdadero valor de los aspirantes a gobernarnos y sepamos ser nosotros mismos quienes escojamos esa "tribu". Es decir, el menor de los males.

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