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Cien líneas

Armenios

Casi por unanimidad, el Parlamento alemán acaba de reconocer como genocidio las matanzas y deportaciones de armenios ocurridas en 1915 a cargo y cuenta del Imperio Otomano. Según algunas estimaciones, hasta 1,5 millones de personas perecieron. No eran víctimas separatistas a manos de laicos implacables, sino cristianos masacrados por musulmanes temibles. Esa es la clave a la que se le aplica de forma sistemática una eficaz sordina.

El imperio otomano era aliado del imperio alemán, así que las responsabilidades de alguna manera se extienden. Y como ahora Ankara se distancia de Ataturk y vuelve a mirar con bueno ojos a la Sublime Puerta, Erdogán se ve comprometido con la declaración germana.

La I Guerra Mundial tiene su gran vértice en el ferrocarril, entonces en construcción, de Berlín a Bagdad y, después, que es lo más importante, al puerto de Basora.

Alemania intentaba abrirse al comercio global y enlazar, según medios propios, con los campos de petróleo capitales.

Cinco imperios se enzarzaron de aquella a sangre y fuego. Ganó el británico que se extendió y enlazó casi inmediatamente con EE UU. Perdieron el imperio alemán, el otomano, el ruso y el austro-húngaro. Menudo vuelco.

Y como todo pasa y todo queda, el partido Baaz, el de Sadam Husein, a caballo entre Irak y Siria -como el Estado Islámico, por cierto- se fundó según los esquemas del nacional socialismo. Vaya pista.

Los políticos alemanes acaban de oficializar el choque de civilizaciones. La verdad es sagrada.

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