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Profesor de Filosofía del Derecho

El dedo y la luna

El significado de algunas definiciones para encasillar los distintos espectros políticos de los votantes

No soy experto en sociología cuantitativa y tal vez por ello, al leer los resultados de la encuesta del CIS sobre la autopercepción política de los votantes, me he mareado. No por el significado electoral del sondeo sino por el simple cacao cerebral que me ha provocado la lectura seguida de tantos números y adjetivos altisonantes.

Resulta que un porcentaje tal de los simpatizantes de Podemos se define, de primeras, "socialdemócrata"; un porcentaje cual "socialista" y otro porcentaje, muy alto, "progresista" frente a unos pocos "liberales" o "comunistas".

Parecería que con esto ya queda totalmente aclarado el espectro ideológico de la formación pero no, porque luego se les pregunta a los electores si se definen a sí mismos de alguna otra manera y, por segunda vez, se suceden los calificativos de antes, pero ahora con un orden distinto y porcentajes diferentes.

Todo ello es muy preciso, no cabe duda. Sin embargo, mi desconcierto se debe a que no acabo de entender bien -y léase "bien" como eufemismo- qué diferencias y qué semejanzas hay, en este milenio, entre ser Ticio el socialdemócrata, Cayo el socialista o Sempronio el progresista. O mejor dicho, no comprendo qué quiere decir cada uno de esos potenciales votantes cuando afirma sentirse socialdemócrata o cualquiera de los demás epítetos. Si se les pidiera que explicaran qué entienden por ser socialdemócratas, liberaldemócratas o progresistas ¿coincidirían sus definiciones? Si no fuese así, obviamente, el resultado de la encuesta perdería alcance interpretativo.

Este asunto me ha recordado otro de hace años que, en mi opinión, tiene bastante que ver. En 1998 Anthony Giddens (premio Príncipe de Asturias de Ciencias sociales en 2002) publicaba "La tercera vía" ("TheThirdWay"), copyright intelectual del New Labour de Tony Blair, un libro que llevaba por subtítulo "La renovación de la socialdemocracia" (The Renewal of Socialdemocracy).

La clave política de tal renovación, para Giddens, entonces director de la London School of Economics, era el "centro radical", una opción que aun inspirándose en los valores de izquierdas "acepta que el socialismo ha muerto como teoría de la gestión económica y como interpretación de la historia". Con estos mimbres, y con otros que ahora no caben pero fíense, no es de extrañar que en lugares donde fue presentada la edición española del libro de Giddens, por ejemplo en FAES, se dijera que el subtítulo del libro bien habría podido ser "La renovación de la democracia liberal" pues el mismo proyecto ideológico también era aplicable al centro-derecha.

En fin, no siempre los datos aclaran un fenómeno si no es compartido el significado de los términos que ilustran la información, pues en esos casos más que explicar se confunde aún más. Y no me atrevo a imaginar lo que pasará con las encuestas relativas a la última apelación a "la patria" de Podemos (en esto yo me profeso desde siempre seguidor de Epicuro: "ubi bene ibi patria", es decir, mi patria está donde me tratan bien).

Si no hay un esfuerzo por asegurarnos de que, cuando observamos y adjetivamos las perspectivas políticas propias y ajenas, compartimos el sentido de las palabras, corremos el riesgo de estar mirando el dedo en lugar de la luna. Sería como si antes, y quién sabe si durante la campaña, de unas elecciones generales en España, estuviéramos mirando todo el rato hacia Venezuela en lugar de fijarnos en lo que ocurre aquí mismo.

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