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Gracia Noriega, la economía y Shakespeare

Sobre la publicación del libro "Las burbujas de la tierra"

Ese asiduo colaborador de LA NUEVA ESPAÑA y excelente escritor, amén de seguidor de la línea de los eruditos asturianos que asombran por sus lecturas copiosísimas y variadas, desde Campomanes y Jovellanos a Leopoldo Alas o Yela, que es Ignacio Gracia Noriega, acaba de publicar "Las burbujas de la tierra. En torno a William Shakespeare" (Cátedra, 2016). Entre los muchos asombros por sus aciertos al seleccionar las citas de Shakespeare, un economista no puede por menos de anotar y divulgar que gracias a este libro, puntos de vista muy actuales para todo el preocupado por la realidad económica que vive, tiene conocimiento de las vías donde la inteligencia y el genio de Shakespeare acertaron a ser precedentes de tesis actuales vinculadas con la realidad económica.

Comencemos con una cuestión que se plantea una y otra vez: ¿para qué sirve el empresario? ¿No es mejor sustituirlo por serios funcionarios públicos, a los que se exigiría buena preparación, honradez y capacidad de trabajo? Desde el punto de vista de lo que acontece ante nosotros, la radical alteración por Putin del modelo leninista-stalinista en Rusia, y por Den Xiaopping, de abandonar la solución de Mao, muestran la certeza de que lo fundamental para el progreso era contar con empresarios actuando en un contexto de mercado libre. Y eso, ¿por qué?

La contestación, que llega ahora desde las Escuelas de Friburgo -con sus Eucken-, a las de Viena -con sus Hayek-, a las de Chicago -con sus Milton Friedman- y en España a la Escuela de Madrid, en la que desde 1941 vemos lucir pronto, al lado de Stackelberg, al asturiano Valentín Andrés Álvarez, y procede, una y otra vez de estos párrafos de Von Thünen, en "El Estado aislado": "Parece a primera vista que al empresario, por la intervención y dirección de los negocios a una industria así como por la inspección de los obreros allí empleados, sólo le corresponde una remuneración igual al sueldo que un administrador, un contable o un inspector recibiría por este trabajo. Pero las prestaciones del empresario que trabaja por cuenta propia y las del empleado a sueldo son muy distintas? En las épocas en que los cambios en la coyuntura ocasionan grandes pérdidas en los negocios y tanto el futuro como el honor del empresario se hallan en juego, su espíritu está dominado por una sola idea: ¿cómo evitar la desgracia? Y el sueño huye de su lecho. Pero el empleado a sueldo, cuando haya trabajado honradamente durante el día y, a la noche, vuelve cansado a su casa, duerme tranquilo con la conciencia del deber cumplido. Pero las noches de insomnio del empresario no son improductivas. En ellas urde planes y encuentra ideas para evitar su desgracia? La necesidad es la madre de los inventos, y así también el empresario se convierte por sus angustias, en inventor y descubridor a causa de su esfuerzo".

He aquí que este punto de vista, acertadísimo, de ese juego continuo del empresario para impulsar el desarrollo tanto personal como colectivo, con esos inventos y descubrimientos es expuesto así en un párrafo en el que Gracia Noriega recoge esto de Shakespeare en relación con quien era, antes de la Revolución liberal, el empresario por excelencia del mundo político, el Rey. En un célebre coloquio de "Enrique IV" se señala que los hombres duermen tranquilos -en paralelo a los obreros y técnicos de los empresarios de Von Thünen mientras al rey ese sueño "se le niega". Y éste acaba comprendiendo, como el empresario, que de este insomnio saldrán ideas, planes, proyectos que afianzarán su permanencia en el trono. Conducirá a lo que, y lo recoge asimismo Shakespeare, "llega Macbeth también".

Gracia Noriega recoge esto también en relación con esa obra maestra de Shakespeare que es "Julio César": Bruto, dentro de la conspiración que intenta triunfar dando muerte a César, tiene un criado, Lucio, que es un gran dormilón. Y en esta obra de Gracia Noriega se subraya que "el joven criado, siempre está dispuesto al sueño, mientras que Bruto permanece en vigilia". Y por eso éste exclama: "¡Muchacho! ¡Lucio! ¿Duermes como un tronco? Pero no importa. Goza el dulce y pesado dormir". Y más adelante Bruto confiesa: "Desde que Casio me excitó contra César -esto es, aceptó ser empresario de su asesinato- no he podido dormir". Y de otros grandes empresarios de la etapa medieval, o sea, otros personajes clave de aquella sociedad, como también sucede con Lady Macbeth, con Ricardo III, también han huido del sueño. He aquí un preludio evidente del actual análisis empresarial.

Pasemos a otra cuestión muy actual de nuestra vida económica. Uno de los frenos que tiene su desarrollo, es la corrupción, el buscar riqueza a través del poder, alterando el funcionamiento normal de la economía en provecho propio, al estar poseído del vicio de la avaricia. Y es sabido que la corrupción es uno de los causantes de la decadencia económica. Y esto, ¿cómo lo expone Shakespeare? Dice Macduff en "Macbeth" que ese proceso de avaricia y corrupción, "penetra más hondamente y echa raíces más perjudiciales que la lujuria. Ha sido la espada que ha matado a nuestros reyes a nuestras reinas, a nuestra propia hacienda". ¿Y no es esto último lo que sobre la corrupción leemos en cualquier economista actual?

Para los aficionados al teatro, a la literatura y, también, a la economía, ha escrito, pues, una obra magnífica Ignacio Gracia Noriega.

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