El acojonamiento es la estrategia electoral de las situaciones límite. Los británicos eligen entre seguir en la Unión Europea o dejar que el continente permanezca aislado como sucedía con las grandes nieblas del Canal de la Mancha. Cameron ha advertido a los partidarios del "Brexit" que éste forzaría al Gobierno a subir drásticamente los impuestos y a imponer nuevos recortes, que cifró en 38.000 millones de euros. Supongo que el anuncio habrá dejado a más de un súbdito del Reino Unido con los dídimos de corbata. Frente a la oportunidad está la de acojonarse.

El ambiente para este tipo de pronunciamientos, o quizás habría que llamarlo información básica sobre las consecuencias de una decisión, lo van generando los sondeos demoscópicos. Aislar al continente supondrá una reducción del gasto público en educación y sanidad y unos presupuestos de emergencia. De momento nadie ha dicho nada sobre la formación de un gobierno de crisis ni de un nuevo tiempo de posguerra, pero aún queda en el Exchequer margen para sembrar el miedo.

Por lo que concierne a este país, el optimismo ha precedido esta vez al terror. Ninguno de los partidos que se presentan a las elecciones ve necesario llevar a cabo ajustes, al pesar del déficit. El PP sostiene que la solución radica en reducir la presión fiscal y crear empleo. El PSOE habla de subir impuestos. Ciudadanos, en cambio, opta por la rebaja impositiva condicionada a la mejora económica, y Unidos Podemos quiere reforzar la proporcionalidad. Iglesias insiste mucho en incentivar consumo interno algo que despierta dudas teniendo en cuenta que también propone a la vez un incremento de la fiscalidad. Menos dinero más consumo, difícil.

Este tipo de contradicciones sin ser tan solemnes como la amenaza del "Brexit" también acojonan.