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¿Una nueva edad de oro de la lengua española?

A propósito de la discutida afirmación de García de la Concha

A comienzos de 2010, la monarquía española concedió su condecoración de mayor prestigio, el toisón de oro, a Javier Solana y a Víctor García de la Concha. En general, puede decirse que la opinión pública acogió muy favorablemente ambas concesiones. Javier Solana fue uno de los ministros más valiosos con que pudo contar Felipe González, además de Secretario General de la OTAN y Alto Responsable de la Política Exterior y Seguridad Común de la Unión Europea. Víctor de la Concha, primero como Secretario y, después, como Presidente de la Real Academia de la Lengua, realizó una labor de acercamiento y acuerdos con las Academias de América que probablemente ningún otro académico hubiera podido llevar a cabo. García de la Concha conoce muy bien, desde su niñez en Villaviciosa, la huella de la emigración asturiana a América, y, además, en sus años de clérigo, fue portavoz, secretario y discípulo aventajado de un obispo comparable en inteligencia y astucia a cualquiera de los grandes cardenales del Renacimiento: don Vicente Enrique y Tarancón, el presidente de la Conferencia Episcopal en los difíciles momentos de la última transición española a la democracia. Nadie puede cuestionar la gran labor panhispánica de García de la Concha ni, por tanto, sus méritos para recibir el toisón de oro, aunque haya cometido el pequeño error de solicitar para sí -"las condecoraciones no se piden, se conceden"- previamente la famosa condecoración, tal vez por mantener un vago resto de sus antiguos hábitos pastorales de pedir al pasar el cepillo en cada misa diaria.

Sin embargo, hace un par de meses, García de la Concha, en el acto de su nombramiento como doctor honoris causa de la Universidad de Salamanca, de la que ya era catedrático, tal vez llevado por la emoción suscitada por el brillante acto, o en un gesto de grandonismo astur, ¡somos los mejores!, afirmó que la lengua española está a punto de entrar "en una nueva edad de oro". Como no justificó la predicción, ni señaló cuáles eran las referencias o el contexto de la futura época dorada, en seguida se pusieron de manifiesto otras opiniones críticas. Algunas ya antiguas, como la de Muñoz Molina, manifestada, desde 2007 (Congreso de la Lengua de Cartagena de Indias): los discursos triunfalistas se "sucedían sobre nuestras cabezas tan implacablemente como borrascas atlánticas, cada uno más entusiasta y fluido que el anterior, con esa tendencia a la proliferación verbal y a las oraciones subordinadas que parece ya congénita en un idioma maleado durante siglos por los predicadores religiosos, leguleyos fulleros y demagogos civiles o castrenses"? "Jamás he escuchado a ningún político americano o británico glosar su variedad y riqueza ni felicitarse por el número de sus hablantes. Que unos cincuenta millones de personas declaren el español como lengua natal en USA puede llenar de orgullo a los nacionalistas de la lengua. Lo que hará falta saber es cuál es el grado medio de bienestar de los hablantes, cómo es el cine, la radio, la televisión que se dirige a ellos, cuál es su índice de lectura de libros, qué calidad y qué difusión tienen los periódicos en los que se informan, cuántos llegan a la Universidad, qué posición social se reconoce al idioma"?

Las críticas alcanzan también al Instituto Cervantes, que aún dista de estar a la altura del British Council o de la Alianza Francesa. Sobre todo se cuestionan los criterios para su ubicación, ya que no hay Institutos Cervantes ni en California, ni en Arizona, ni en Florida, lugares donde urge defender la herencia cultural española. No se trata de ser derrotistas. Debemos sentirnos orgullosos de un idioma "castellano, español, idioma nacional", como escribió Amado Alonso, que está entre los primeros del mundo. Pero debemos -a mi modesto entender- evitar el triunfalismo absurdo de los casticistas, que llegan a sostener que estudiar inglés es "trabajar para el inglés", cuando la realidad es -nos guste o no- que la gran lengua británica ocupa ya el lugar que correspondió al latín hasta el siglo XVIII, y que su conocimiento ayuda a nuestros jóvenes a liberarse del trato laboral más desconsiderado, puesto que les permite encontrar más opciones profesionales. En estos días se está celebrando el congreso anual de la Asociación francesa de la ciencia económica. Pues bien, las comunicaciones han sido solicitadas en lengua inglesa, y los debates se celebran en la lengua de Shakespeare. La "grandeur de la France" queda para otros ámbitos.

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