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Las carísimas cartas

El buzoneo de los partidos con papeletas para el voto incluye, como siempre, una carta que resume los respectivos programas. La del PP, firmada por Rajoy, es la que más arriesga. Empieza así: "Me pongo en tu lugar e imagino el cansancio de las elecciones, las campañas, los partidos y también de nosotros, los políticos". Más que imaginarlo debería darlo por hecho. Tras repetir por millonésima vez los empleos creados y los que promete crear hasta el 2020, dice; "Entiendo que después de tantos discursos y datos, puedas pensar '¿Por qué he de creerme que todo esto va a suceder?' " Buena pregunta. Renglones después, remacha: "Olvida un instante todos los datos y discursos, incluidos los míos. Omite todo lo que te decimos los políticos". Pues vale. A lo mejor dan votos los golpes de pecho. Pero llega uno muy desmotivado a los 12 temas programáticos resumidos al dorso.

La carta del PSOE, firmada por Pedro Sánchez y única personalizada con el nombre del destinatario, se expone menos. Repite dieciséis veces el "Sí" que debemos dar a los cambios propuestos para garantizar el cambio y aspirar a un futuro, previo desalojo del gobierno del PP. Critica como "cosa del pasado "las intransigencias y los vetos que deben quedar atrás". Yo, pecador, me confieso, debería añadir pensando en los pro-socialistas partidarios de la "gran coalición".

Ciudadanos se limita a un tarjetón impersonal con curiosas obviedades: "El futuro no está escrito. España será lo que queramos los españoles" o "España no hay que romperla, hay que reformarla". A ver si esta vez va en serio y se mojan en una mayoría de gobierno reformador.

Una tal "Esperanza" firma la carta de Unidos Podemos, con dos imágenes londinenses: el puente sobre el Támesis y el Parlamento de Westminster. Pero no: no nos llaman al "Brexit", aun cuando las letras gordas afirmen que "Ésta no es otra carta más para pedir tu voto". Movidos por la curiosidad de saber qué nos piden, leemos la misiva a sus padres de una licenciada de 30 años y 8 meses que por falta de trabajo en España se exilió a la capital británica. Amorosa y ternurista, con corazoncito y todo, es la más original y también la más abstracta.

¿Tenían razón los partidarios de evitar el gasto del mailing? Pues va a ser que sí.

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