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Raggi y las ocas capitolinas

Los desafíos a que se enfrenta la candidata populista de la indignación y primera alcaldesa de Roma, la ciudad eternamente indignada

Roma es una ciudad indignada consigo misma. Lo ha sido siempre. Los romanos dicen que ni siquiera el hombre que empuña la llave del Paraíso, un San Pedro en bronce, puede evitar el ceño de dolor cuando día a día escruta el caos de la Ciudad Eterna: el tráfico, la especulación inmobiliaria, los sempiternos problemas del transporte y el saco de corrupción.

Ahora en el palacio senatorio, sede del ayuntamiento, el sillón espera a un nuevo alcalde, en esta caso a una mujer de 37 años, casada y con una hija, que representa el grado de indignación acorde con los tiempos. Virginia Raggi, candidata del Movimiento 5 Estrellas, obtuvo el pasado 5 de junio, en la primera vuelta, el 35,2 por ciento de los votos y en la actualidad se ha impuesto definitivamente al aspirante del centro izquierda, Roberto Giachetti, con un 67,2 por ciento frente al 32,8 por ciento de éste.

Raggi ejerce una fascinación popular que se deriva en gran medida de la distancia que ha tomado respecto a los partidos, y de su empeño en insistir en un diagnóstico desesperado que casi todos los romanos comparten sobre problemas que nadie sabe resolver. Es posible que la propia nueva alcaldesa, inexperta y sujeta al guión populista que le ha permitido ganar las elecciones, tampoco. Por eso la opinión más extendida es que, sin que pase mucho tiempo, se la van a comer viva. Igual que sucedió con su predecesor Ignazio Marino, del PD, que dimitió tras un escándalo por los gastos de representación cuyo origen muchos atribuyen a su insistencia en querer arrojar luz sobre la corrupción administrativa, una máquina de transferir fondos públicos a los bolsillos particulares que tuvo últimamente su mayor eclosión en el escándalo "Mafia capital" que ha vuelto a emerger como telón de fondo de esta campaña.

Lo primero que tiene que hacer Raggi es ahuyentar la desconfianza de los electores sobre sus políticos. Luego intentar vencer algo que permanece íntimamente ligado a ello: el escepticismo sobre las posibilidades de los regidores de acabar con las amenazas que siempre se han cebado sobre Roma, la ineficacia y la ilegalidad. Raggi ha prometido acabar con esta última y mejorar el tormentoso transporte público. Insiste en el objetivo de lograr una ciudad eficiente en la que poder vivir, como si se tratara del sueño de unos ciudadanos envueltos en la eterna pesadilla. Los romanos se las han arreglado durante décadas para sobreponerse a algunas de sus grandes carencias: la suciedad, y, dependiendo del barrio, la inseguridad en las calles. En cambio, contra sujetos decididos a saquear los recursos públicos, como es el caso del exalcalde Gianni Alemanno, nada se puede hacer, salvo evitar votarlos. Si no son ellos serán otros piensan los partidarios de la resignación. Roma, nuda, nuda, nuda, ti devora como un barracuda, igual que canta Piotta en uno de sus raps.

Pero ¿quién es Virginia Raggi?. Se trata de la primera mujer que en la dilatada historia de Roma ocupará una Alcaldía. Considerada por su imagen una niña bien, a pesar de vivir en la periferia, en el barrio de Ottavia, jurista especialista en derechos de autor, entre 2013 y 2015 fue concejala y portavoz del M5S, la organización que lidera Beppe Grillo, en el ayuntamiento de la ciudad. Dejó de serlo al disolverse el consistorio a raíz del "caso Marino" y supo aprovecharse entonces de las acusaciones que acorralaron al Alcalde. De hecho, ella misma lideró, subida en su bicicleta, la cruzada contra el saqueo romano teniendo el acierto de encarnar la indignación de sus conciudadanos pero sin la pirotecnia y agresividad que ha dejado retratados en algunos otros lugares a los "grillos" como un grupo peripatético de payasos. Empezando por el propio líder.

¿A qué se enfrenta Raggi? Se podría decir en primer lugar a su falta de experiencia, a la mafia que no renunciará fácilmente a seguir repartiéndose el botín, a la secular ineficacia burocrática y al propio descreimiento de los romanos. Y también, no hay que olvidarse de ello, a Matteo Renzi, el arrogante primer ministro del Gobierno italiano, que arrastra la impopularidad del incumplimiento de muchas de sus promesas y se halla en sus horas más bajas después de haber perdido el consistorio de la Ciudad Eterna y el de Turín, donde otra "grilline" Chiara Appendino, economista de 31 años, arrebató a Piero Fassino, destacado dirigente del PD, exsecretario general y varias veces ministro, la Alcaldía. O tras conservar por los pelos Milán frente a la amenaza del centro derecha. Para Renzi y a juicio de los analistas, el fracaso en Roma probará, ante las reformas constitucionales pendientes y el próximo desafío legislativo, la incapacidad del M5S para gobernar en grandes instituciones. Los enemigos del premier dentro del propio PD, el primero de ellos D'Alema, también le esperan.

La voz de alarma se ha dejado escuchar una vez más en la Ciudad Eterna. Como cuando, 390 a.C., las ocas capitolinas, encerradas en el recinto sagrado de Juno, se pusieron a graznar para advertir del saqueo de los galos. Gracias a ello, el Capitolio resistió unos meses.

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