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Sol y sombra

Hablemos del gobierno

Los gobiernos, por lo general, puede que estén algo sobrevalorados. El hecho de no contar con uno desde hace ya unos cuantos meses altera menos, creo yo, el estado de ánimo de los españoles que la certeza de que nuestros políticos son incapaces de llegar a acuerdos para la gobernabilidad. Ya sé que esto puede sonar algo contradictorio: si el hecho de estar sin gobierno no nos abruma, incluso nos relaja por la ausencia de ministros dispuestos a hacernos la vida imposible, en ocasiones a meternos el dedo en el ojo, ¿por qué en cambio nos inquieta tanto la España ingobernable que una vez más se vislumbra tras las elecciones?

Caminamos hacia un escenario que no es nuevo. Los peores trances de nuestra historia han venido por la falta de entendimiento de los españoles. Esto ha ocurrido con mucha frecuencia; la excepción fue que los azules, los verdes y los rojos se hubiesen puesto de acuerdo en aquel período de la Transición en que no parecíamos España sino un país dispuesto a transigir unos y otros para alcanzar cierto progreso.

Ahora, unas décadas después, volvemos a las andadas. El empobrecimiento, el hartazgo en general, las vanas ilusiones, nos han llevado a elegir un rumbo en las urnas bastante más errático del que teníamos. Con más aspirantes dispuestos a no entenderse. Nadie quiere saber nada de pactos. La opción tripartita de gobierno que agruparía de manera más creíble y mayoritaria la expresión de las urnas es un imposible.

Al partido con más apoyo de los españoles se le arrincona y Pablo Iglesias insiste en que él no renunciará a la Presidencia porque se siente ya el más respaldado de la izquierda y "hay que respetar lo que vota la gente". Rivera no quiere saber nada de Rajoy, y éste basa su campaña en atacar al líder de Ciudadanos. Sánchez insiste en que no votará al PP y descarta hacerlo a favor Iglesias. Seguiremos sin gobierno.

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